Duerme la siesta la tarde
por senderos y caminos
y la brisa se adormece
sobre las aguas del Miño,
que azulean y se mecen
lentamente, a su ritmo.
Y aquí estoy yo, como siempre,
con mi cuaderno, prendido,
para escribir mis poemas,
que mi corazón herido
va goteando en sus hojas
con la calma de un suspiro.
Yo siempre hablo de ti,
porque te pienso y te vivo
cada minuto del día…
como si fueran los últimos.
Ahora ya no sé qué hacer,
pues has cambiado mi sino…
y si quererte es perderte…
ya no te quiero y te olvido.
Pero no puedo y lo sabes…
Soy un pobre peregrino,
que va pregonando con versos
lo feliz que soy y he sido.
Yo sólo quiero quererte…
¡déjame! yo te lo pido…
y si en tu pecho se enciende
el calor de lo vivido,
si me sueñas por las noches,
como yo sueño contigo,
si deseas que los días
sean más largos conmigo,
si anhelas lo que yo anhelo
y tus mimos son mis mimos…
¡olvídate del pasado!
el presente… no se ha ido.