Editorial: Anagrama Año de edición: 2011 Año leído: 2012 Idioma: Castellano Páginas: 389 Calificación: 9
La conjura de los necios, una de las mejores novelas estadounidenses de todos los tiempo, es una ardiente y satírica crítica a la sociedad contemporánea, carente de “teología y geometría”, de “decencia y buen gusto”, como replica el personaje que se roba la película, Ignatius Reilly; antihéroe por excelencia, carismático, genial, misántropo, obeso a morir, un Don Quijote vestido de santurrón, con válvula pilórica incluida, que vive con su madre, ocupado en escribir la denuncia más grande jamás realizada contra nuestro tiempo; mas por un accidente que lleva a la necesidad monetaria, Fortuna hace que nuestro “héroe” se vea obligado a ingresar al mundo laboral, al mundo real, generando a su alrededor situaciones inimaginables que, junto a una galería de personajes, verdaderos espejos de nuestras virtudes y defectos, con historias propias que a la vez se cruzan y entrelazan, harán la delicia de quienes se deleiten con ella.
Hay quienes son inconformistas porque saben lo errática que está nuestra sociedad,
que siembran y cosechan en su interior el ideal de hacer algo bien;
que sienten más allá de sus cinco sentidos;
y que a cambio reciben escarnio, incomprensión y maledicencia,
pero que, firmes en su ideal, marchan impasibles para consumar su meta;
como si un anhelo secreto, tal vez el destino,
los impulsara a aportar un poquito de luz entre tanta oscuridad,
con el fin de otorgarle a la humanidad un poquito de libertad, amor y paz.
Todo ellos harán real y eterna amistad con Ignatius Reilly.
En mi caso, leí sus cien primeras páginas a regañadientes, casi hasta el punto de haberme arrepentido de comprarla, mas, sabiendo el valor literario y social de la obra ésta, perseveré hasta el final; y estoy feliz y agradecido de haberla leído.
Con Ignatius, con quien me siento identificado, tuve momentos jocosos y patéticos que me recordaron a Holden Caulfield, protagonista de “El Guardián entre el Centeno”: Un ser humano inadaptado, pesimista, peculiar, crítico, casi misántropo, que debe enfrentarse a la realidad, con el fin de madurar, ser independiente y encontrar su lugar en el mundo.
Por eso se la recomiendo.
Pero detrás de esta obra maestra, se esconde una tragedia:
Su autor, John Kennedy Toole, nacido en Nueva Orleans en 1937, escribió la obra hacia 1962 mientras realizaba el servicio militar en Puerto Rico, la envió a decenas de editoriales, quienes la rechazaron, porque, según ellas, “carecía de contenido”, pero que en realidad ponía el dedo en la llaga.
Fruto de ese desdén, pero también producto de una homosexualidad reprimida, su autor se suicidó en el año 1969.
Años después, su madre, Thelma Toole, redescubrió la novela e hizo el esfuerzo de publicarla, sufriendo la misma suerte que tuvo su hijo por parte de las editoriales; hasta que, gracias a la ayuda de un escritor de su tiempo, Walker Percy, pudo publicarla en 1980, convirtiéndola en un éxito de ventas.
Toole y su novela, recibieron póstumamente en 1981 el Premio Pulitzer a la mejor obra escrita de ficción, convirtiéndose posteriormente en una obra de culto.
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Comentarios4
Calificación: 10
ironico mordaz extraordinsrio
Calificación: 10
Se enhebran todas las historias y personajes! Una Oda a la mediocridad!
Calificación: 8
Genial, fresco, divertido.
Año de edición: 2011
Año leído: 2012
Idioma: Castellano
Páginas: 389
Calificación: 9
La conjura de los necios, una de las mejores novelas estadounidenses de todos los tiempo, es una ardiente y satírica crítica a la sociedad contemporánea, carente de “teología y geometría”, de “decencia y buen gusto”, como replica el personaje que se roba la película, Ignatius Reilly; antihéroe por excelencia, carismático, genial, misántropo, obeso a morir, un Don Quijote vestido de santurrón, con válvula pilórica incluida, que vive con su madre, ocupado en escribir la denuncia más grande jamás realizada contra nuestro tiempo; mas por un accidente que lleva a la necesidad monetaria, Fortuna hace que nuestro “héroe” se vea obligado a ingresar al mundo laboral, al mundo real, generando a su alrededor situaciones inimaginables que, junto a una galería de personajes, verdaderos espejos de nuestras virtudes y defectos, con historias propias que a la vez se cruzan y entrelazan, harán la delicia de quienes se deleiten con ella.
Hay quienes son inconformistas porque saben lo errática que está nuestra sociedad,
que siembran y cosechan en su interior el ideal de hacer algo bien;
que sienten más allá de sus cinco sentidos;
y que a cambio reciben escarnio, incomprensión y maledicencia,
pero que, firmes en su ideal, marchan impasibles para consumar su meta;
como si un anhelo secreto, tal vez el destino,
los impulsara a aportar un poquito de luz entre tanta oscuridad,
con el fin de otorgarle a la humanidad un poquito de libertad, amor y paz.
Todo ellos harán real y eterna amistad con Ignatius Reilly.
En mi caso, leí sus cien primeras páginas a regañadientes, casi hasta el punto de haberme arrepentido de comprarla, mas, sabiendo el valor literario y social de la obra ésta, perseveré hasta el final; y estoy feliz y agradecido de haberla leído.
Con Ignatius, con quien me siento identificado, tuve momentos jocosos y patéticos que me recordaron a Holden Caulfield, protagonista de “El Guardián entre el Centeno”: Un ser humano inadaptado, pesimista, peculiar, crítico, casi misántropo, que debe enfrentarse a la realidad, con el fin de madurar, ser independiente y encontrar su lugar en el mundo.
Por eso se la recomiendo.
Pero detrás de esta obra maestra, se esconde una tragedia:
Su autor, John Kennedy Toole, nacido en Nueva Orleans en 1937, escribió la obra hacia 1962 mientras realizaba el servicio militar en Puerto Rico, la envió a decenas de editoriales, quienes la rechazaron, porque, según ellas, “carecía de contenido”, pero que en realidad ponía el dedo en la llaga.
Fruto de ese desdén, pero también producto de una homosexualidad reprimida, su autor se suicidó en el año 1969.
Años después, su madre, Thelma Toole, redescubrió la novela e hizo el esfuerzo de publicarla, sufriendo la misma suerte que tuvo su hijo por parte de las editoriales; hasta que, gracias a la ayuda de un escritor de su tiempo, Walker Percy, pudo publicarla en 1980, convirtiéndola en un éxito de ventas.
Toole y su novela, recibieron póstumamente en 1981 el Premio Pulitzer a la mejor obra escrita de ficción, convirtiéndose posteriormente en una obra de culto.