Cartas sobre la mesa, de Agatha Christie

Si hoy fuera el «Día del Trabajador», Hércules Poirot sería una de las figuras que más homenajes merecerían. Sin embargo, no sólo hay que admitir que esta jornada no está relacionada a la mencionada efeméride sino también que el hombre mencionado no existe en el plano real.

De todas formas, aunque sólo tenga vida en la ficción por decisión de la genial escritora británica Agatha Christie, Poirot es un gran detective para el cual no existen ni feriados ni vacaciones ni excusas de ningún tipo: cuando se presenta la ocasión, él siempre está dispuesto a demostrar su sagacidad y talento para la resolución de misteriosos casos.

Pocos meses después de haber esclarecido el crimen de Madame Giselle (historia narrada en «Muerte en las nubes»), por ejemplo, el experimentado investigador de origen belga no dudó en utilizar su perspicacia para determinar quién y por qué estuvo detrás de la muerte de Mr. Shaitana, un excéntrico y oscuro personaje que acostumbraba coleccionar diversas antigüedades.

Este hombre, del que por su personalidad y estilo de vida todos desconfiaban, perdió la vida tras convocar en su casa una reunión con supuestos asesinos y especialistas en criminología, entre los cuales estuvo Poirot. Después de cenar, los hombres iniciaron una partida de bridge en la cual no participaba Shaitana. Una vez finalizado el juego, los invitados encuentran al anfitrión muerto sobre un sillón y comienza, al menos para Hércules, el desafío de descubrir la identidad del asesino.

Para obtener más detalles al respecto y saber cómo termina esta historia, sólo tienen que adquirir y leer un ejemplar de «Cartas sobre la mesa», un apasionante libro que se publicó por primera vez en 1936, año en el cual también surgieron de la misma autora propuestas como «El misterio de la guía de ferrocarriles» y «Muerte en Mesopotamia».