Hace algunos años, para ser más exactos en 1997, el escritor estadounidense Jeffery Deaver volvió a ser noticia en el ámbito editorial por la publicación de «El coleccionista de huesos», una novela que no tardó en ser traducida a numerosos idiomas y comercializada en distintos rincones del planeta.
La trama de esta propuesta supo ser atractiva desde un primer momento, pero desde el punto de vista de muchos críticos y aficionados a la lectura se volvió más intensa, seductora y apasionante desde que se lanzó su versión cinematográfica. Si el cine los cautiva, seguramente recuerden que la película bautizada al igual que el libro «El coleccionista de huesos» ha sido dirigida por Phillip Noyce y protagonizada por Denzel Washington y Angelina Jolie.
Para esta creación que enriqueció tanto a la literatura como al séptimo arte, Deaver reservó una historia intrigante y dramática que tiene como personaje principal a Lincoln Rhyme, un investigador que ha logrado distinguirse como uno de los criminalistas forenses más prestigiosos del mundo.
El experto ha perdido la movilidad de gran parte de su cuerpo y, a raíz de este inconveniente, debe vivir atado a una cama. El panorama no coincide con la vida que él pretendía llevar y es por eso que planea suicidarse. Sin embargo, su plan cambia cuando un antiguo compañero lo contacta para que se involucre en un caso marcado por el horror.
Según le cuentan, han descubierto en una vía de tren la mano de un hombre que tuvo la mala fortuna de abordar un taxi conducido por el denominado «coleccionista de huesos» y de ese modo encontró la muerte.
Ahora, Rhyme es el único que está capacitado para descifrar las pistas que deja este psicópata, aunque al no poder desplazarse deberá guiar a la oficial de policía Amelia Sachs para que ella utilice sus piernas y brazos en esta fascinante carrera para ponerle fin al accionar del coleccionista de huesos.
Si el argumento los cautiva y aún no lo han disfrutado desde ninguna de las dos alternativas posibles, tengan en cuenta que siempre vale la pena conocer los materiales originales, aunque sólo sea por motivos de comparación.
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