El legado artístico del dramaturgo, actor y escritor inglés William Shakespeare es, hoy en día, una fabulosa fuente de enseñanza, entretenimiento e inspiración. Por fortuna, el paso del tiempo no ha provocado el olvido ni la pérdida de sus creaciones, razón por la cual es posible mantener vigentes sus obras para disfrutar su talento y admirar su figura en cualquier rincón del planeta.
Si uno desea deleitarse con el arte de este hombre que nació en Stratford-upon-Avon (Warkwickshire) el 26 de abril de 1564 puede adquirir los libros de su autoría o apostar por las representaciones teatrales de sus trabajos. Aunque no todas las historias que desarrolló alcanzaron el mismo nivel de popularidad, hay propuestas que pueden llegar a convertirse en un grato descubrimiento cuando se tiene la posibilidad de rescatarlas del olvido.
Uno de esos textos que vale la pena conocer pese a no ser tan trascendente como «Romeo y Julieta» o «Hamlet» es «Eduardo III», un material de perfil histórico que, según se cree, fue elaborado entre 1590 y 1594 pero recién fue publicado de forma anónima en 1596.
Se trata de una obra de teatro isabelina que, si bien no se sabe a ciencia cierta quién la creó, es atribuida con frecuencia al también responsable de títulos como «Otelo», «Rey Lear», «Macbeth» y «Tito Andrónico».
La trama de «Eduardo III» está dividida en dos partes. La primera retrata al rey protagonista del relato como salvador de la Condesa de Salisbury (quien sufría por ese entonces el acoso de los rebeldes escoceses), mientras que el segmento restante muestra a Eduardo III como miembro del ejército luchando en Francia por la reivindicación de su trono.
Si desean disfrutar y analizar por sí mismos esta antigua propuesta, no olviden que se han hecho de ella numerosas traducciones y versiones teatrales que han sido estrenadas en distintas partes del mundo.
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