La extraordinaria capacidad del estadounidense Ray Bradbury para crear atmósferas tenebrosas, pronosticar episodios impactantes con un gran realismo y construir mundos fantásticos no merece ser analizada sino, simplemente, admirada por aquellos que saben apreciar la buena literatura y son aficionados a la ciencia ficción o el terror.
Bradbury, para información de quienes al momento de leer estas líneas no recuerden bien su obra, es ese talentoso y premiado hombre oriundo de Illinois que, por ejemplo, nos sorprendió hace ya varios años con sus «Crónicas marcianas», renovó el interés de sus seguidores por medio de «El hombre ilustrado», nos cautivó con «Fahrenheit 451» y nos motivó a interesarnos por el contenido de «Las doradas manzanas del sol». Es, también, quien nos ha ofrecido como material de lectura a «La feria de las tinieblas», una novela surgida en la década del «60 que, pese a tener varios años de antigüedad, aún consigue entusiasmar e inquietar a aquellos aficionados al ámbito literario que la encuentran perdida entre muchos otros títulos que descansan en alguna librería o biblioteca familiar a la espera de nuevos lectores.
Con un ejemplar de esta propuesta en la mano, uno puede ser testigo de las vivencias de dos jóvenes que, durante una noche de octubre, descubren cómo se puede, en pocos minutos, alterar el tiempo desde un carrusel. En ese contexto extraño que se hace presente al dar unas pocas vueltas en la calesita, es posible adelantar las agujas hasta transformarse en un adulto o anciano o bien retroceder los relojes hasta volver a ser un niño.
Hoy en día, «La feria de las tinieblas» está disponible en una amplia variedad de idiomas, pero si se vuelve difícil conseguir la obra y se desea apreciar su contenido, el séptimo arte puede ayudar a conocer el relato ya que, hace algunas décadas, este libro de Bradbury fue adaptado a la gran pantalla.
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