Cuando, en 1925, el novelista estadounidense F. Scott Fitzgerald publicó una novela titulada «El gran Gatsby», el éxito no lo acompañó y fueron pocos los ejemplares que llegaron a venderse.
Sin embargo, a partir de los años 50 el texto recobró vigencia y fue valorado a nivel mundial por diversos críticos y lectores. Gracias a esa trascendencia que se vio reforzada por la aparición de varias adaptaciones cinematográficas, el material llegó a transformarse en una de las obras más sobresalientes de la literatura norteamericana del siglo XX.
En «El gran Gatsby», el protagonista es Jay, un joven millonario cuyo pasado, para la sociedad, es dudoso. Es que nadie sabe, a ciencia cierta, el origen de toda esa riqueza y los rumores son muchos. Algunos lo acusan de realizar actividades ilegales, otros lo señalan como un espía alemán y hasta hay quienes resuelven el interrogante con la afirmación de que este muchacho es el sobrino del emperador Guillermo.
Pese a su excelente nivel de vida y el perfil que muestra al organizar fiestas extraordinarias, Gatsby es un ser solitario al cual su fortuna parece no hacerlo feliz porque no le permite comprar lo que a él más le importa, a un gran amor del pasado que no ha podido olvidar.
El protagonista de la historia sueña con reencontrarse con Daisy, pero ella está casada y tiene una hija, razón por la cual recomponer el vínculo entre ambos es casi una misión imposible.
Si esta novela no fue olvidada y generó reacciones que la ayudaron a posicionarse en lo más alto de la literatura es porque su trama posee todo lo necesario como para no pasar desapercibida. En «El gran Gatsby», el también creador de «Hermosos y malditos» logró describir de modo brillante tanto al mundo de las apariencias como a las desagradables consecuencias del dinero, un elemento que provoca vacío y promueve la corrupción y la hipocresía. Si hasta ahora no la han leído, no pierdan la oportunidad de conocerla.
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