En 1950, la literatura se enriqueció con una novela de ciencia ficción que, en español, se conoció bajo el nombre de «Un guijarro en el cielo». Por ese entonces, nadie imaginaba que ese material se volvería trascendente más allá del tiempo y el espacio pero así fue ya que fue el relato que marcó el debut como novelista de Isaac Asimov.
Con el paso de los años, además, la propuesta sería traducida a un gran número de idiomas e incorporada a la denominada «Saga de la Fundación», marco en el cual constituyó junto a «Polvo de estrellas» y «Las corrientes del espacio» la «Trilogía del Imperio».
Al darle forma a «Un guijarro en el cielo», el ingenioso Asimov demostró claras intenciones de captar la atención de cientos (y por qué no miles) de lectores con una historia apasionante cuya acción transcurre en un futuro lejano, hacia donde es transportado Joseph Schwartz, un hombre que se ve sorprendido por la Era Galáctica, un tiempo en el cual la mayor parte de la superficie terrestre está inhabitable por efecto de la radioactividad.
Las aventuras que el protagonista vive en ese entorno son dignas de ser comentadas y disfrutadas por distintas generaciones de lectores a lo largo y ancho del planeta, pero si no las describimos en esta oportunidad es para mantener intactas las expectativas de quien decida leer la obra y no romper esa magia que se produce cuando uno toma un libro por primera vez.
Lo que sí puede adelantarse es que, en líneas generales, «Un guijarro en el cielo» entretiene y permite apreciar las aptitudes narrativas de Isaac Asimov, aunque vale aclarar que no cualquier lector está en condiciones de juzgar por completo a esta opción de lectura ya que para valorarla en todas sus dimensiones y deleitarse con ella hay que aceptar y sentir agrado por las reglas que rigen el fantástico mundo de la ciencia ficción.
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