Jardín de cemento, de Ian McEwan

Para construir una idea objetiva acerca del desempeño literario de un autor no hay que dejarse influenciar por las noticias, las repercusiones de su obra ni por el éxito que pueda llegar a conseguir por un determinado material sino que hay que tratar de recabar información imparcial sobre su perfil y leer toda su obra sin ánimos de experimentar fanatismo hacia el escritor analizado. Una vez que se consigue evaluar el conjunto y uno reconoce los puntos fuertes y los posibles desaciertos del intelectual, no está mal definirse como admirador o detractor, según sea el caso, del literato en cuestión.

Este ejercicio, además de enriquecer los conocimientos, es una entretenida forma de sumergirse en el fantástico mundo de la literatura y lograr diferenciar, en base a parámetros propios pero sin que pesen en las conclusiones las simpatías y/o prejuicios personales, a los que aportan calidad de los que no lo hacen.

De querer determinar, por ejemplo, qué clase de autor es Ian McEwan, uno debe repasar su vida y evaluar títulos como «El jardín de cemento», una novela de su autoría que comenzó a publicarse en 1982.

Al avanzar en la lectura de este trabajo, uno se traslada con la imaginación hasta una casa situada en los suburbios londinenses. Allí, cuenta su creador, vive una familia que podría ser como cualquier otra pero que no lo es porque el destino ha querido que se convierta en algo fuera de lo común.

«El jardín de cemento» permite saber que la realidad de ese clan se transformó por completo a partir del fallecimiento del padre y la grave enfermedad de la madre, una circunstancia dura que obligó a los descendientes a asumir la gestión del hogar y a valerse por sí mismos a nivel personal.

Esta repentina falta de autoridad y la desaparición de la referencia masculina provoca que los jóvenes establezcan una organización propia e implementen un nuevo sistema de vida con reglas diferentes a las que rigen en las sociedades patriarcales.

En pocas líneas siempre es difícil reflejar con profundidad el sentido y las características de un relato, pero están invitados a adquirir un ejemplar de esta novela si es que desean apreciar la propuesta y/o comenzar a juzgar por cuenta propia el perfil narrativo de Ian McEwan.



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