CARTA INICIAL PARA «LA SENTENCIA» por Teresa Palazzo Conti
El por qué y el cómo de este libro, tambalean entre palabras desdichadas plasmando sentimientos antiguos, y versos recientes que generan una paleta de claroscuros y contraluces.
«He llegado hasta el límite que nada nos indulta» y escribir un poema, es aplacar la convulsión que bulle en mi interior y acercarme, de alguna manera, a los ausentes.
A veces siento que «se burlan las horas por ser lentas», pero en ese momento, una fuerza mágica me exalta hasta hallar la abertura inédita que le permite escapar de mis claustros, y acomodarse luego, con la asistencia de un paciente ordenamiento, entre símbolos contenidos en una morada de papel.
Desde temprana edad, he borroneado conceptos donde jadeaban mis pesares y mis dudas; ya «bebía la queja larga de noches en vigilia» en «la búsqueda inútil de horas aparentes».
El ejercicio de la escritura me ha acompañado en un viaje emocional a través de las distintas etapas, adonde no hubiera querido acceder sin su incondicional apoyo. Los poemas que siguen, se tienden frente al lector, como señales de un dolor encarnado y lacerante que había comenzado a poblarme mucho antes de efectuarse la primera publicación de mis trabajos.
He extractado algunos que habitan mis libros anteriores y aluden al tema del tiempo, los afectos, las pérdidas; los he completado con nuevas composiciones y los entrego en «LA SENTENCIA», acompañados por fotografías de los lugares y las cosas que los inspiraron.
«Hoy lloran los ocasos sus minutos vacíos» y la casa de infancia, con sus humedades y sus altos recuerdos, permanece de pie frente a mi desazón. Me permite vagar entre sus ruinas con la saludable intención de ver cómo me ciñe un círculo de fuego y de muñecas y consume las imágenes que me asaltan, al tiempo que me devuelve otras, con las que andaré por la vida, hasta que me ronde el último verso.
La Sentencia de Teresa Palazzo Conti: razonando desamparos. Dra. Rosa Tezanos-Pinto
Considerada una de las más destacadas poetas argentinas del momento, Teresa Palazzo Conti compila en La Sentencia 61 poemas de notable valor artístico. El texto que abarca muchas posibilidades de reflexión tiene como eje especulativo el contrapunto entre el tiempo lineal y el ficticio que va recreando la memoria de la autora. Los recuerdos son pulsados como recuperación de un pasado idílico que, a la pérdida del mismo, redundan en un declive existencial del yo poético. Tanto las dichas como las aflicciones son descritas como sucesiones desgajadas de trascendencia dentro del plano infinito. Palazzo Conti traduce tal trágico hallazgo como una experiencia sentenciada de antemano.
La reconstrucción de evocaciones de Palazzo Conti se manifiesta en oposiciones binarias. Por un lado, la infancia es decantada dentro de un marco paradisíaco en donde la naturaleza reina ostentosa con trigales de verano, esplendorosos parrales, perfumados naranjales y rosales y un cedro incomparable [“Partida,” “Vivencias,” “Esclavitud,” “Desierto”]. Esta delectación en el mundo natural se diluye cuando los recuerdos abrigan orfandades. Los jardines se atestan de musgo, de semillas sin producir en una tierra sedienta en la que yacen consumidos el ciruelo, las magnolias, los azahares [“Maleza,” “Mentiras”]. Las rememoraciones de la autora, como se observa, acarrean no sólo los hechizos de intervalos felices sino también de aquellos falaces que Palazzo Conti quisiera derruir provista de la imagen de fulgor y generosidad de la madre:
…su mano, desbordada en renuncios
y radiante de siembra. [“Nosotras dos”]
Aunque
su ofrenda yerre
por callejuelas truncas,
íntegras van de soles
las palmas de sus manos [“Las manos de mi madre”]
La alianza inigualable del yo poético con la madre de la infancia se violenta con la muerte de la progenitora transformando la visión de la poeta en una herida permanente:
Yo, tan sólo despojo
y ella, un dolor seguro que no cesa [“Nosotras Dos”]
…y envejecí de pronto
para acortar distancias [“Estampa”]
Y la busco
en el libro del pasado
como guía invulnerable.
… Dónde está la que era de mi mano [“Ceguera”]
Similar al gozo del tiempo con la madre y a la intolerable ausencia que causa su muerte es el reencuentro de Palazzo Conti con la casa de la infancia. La poeta la especifica como un enclave que resguarda la ventura de la infancia—vulnerable a las catástrofes de lo temporal, como se ve en el interesante poema con que abre el poemario:
En la confusión de tus entrañas
se abrigan mis olvidos,
pero rechazas la sentencia
de mis talismanes
porque dudas de mí.
Palazzo Conti, asimismo, alude a la casa evocada como un lugar misterioso, saqueado de vida, con espejos eclipsados, fotografías o cuadros que nadie mira, cortinajes en harapos, copas, armarios y sillas en espera. Una casa yerma y azorada por la devastación, visitada por la pesadumbre y fantasmas que pasean su abandono [“La casa túnel”, “Naufragio,” “Ciénaga,” “Abandono,” “Insomnio,” “La cena,” “Un lugar,” “La mancha de humedad,” “Sombras huéspedes”]. En el arrasado espacio restablecido por la nostalgia de Palazzo Conti lucha la muerte por convertir al yo poético en: …huella congelada/ en algún resto de espejo [“Los extremos”]
En el texto de Palazzo Conti, casa, madre y yo poético—durante el tiempo artificial que crea la memoria—son ámbitos meditativos incorruptos que salvaguardan todos los valores y que se protegen unos a otros de la usura del tiempo y la muerte. Nótese la fuerza de las palabras de Palazzo Conti para emplazar tal lucha:
Si de pronto derrotaran
la valla de mi piel
…y entre fragancias rotas
hallaran el camino
al interior primero,
estrellas fragmentadas removerían la noche [“Revelación”]
o cuando el yo poético sucumbe al tiempo y se transmuta en casa traicionera:
Con vendajes de otoño,
…Tambaleo
Entre sus islas de pastos y de arrugas,
y finjo que ella es otra,
que mi casa no es ésta [“Intriga”]
o cómo, en el bellísimo poema “Nosotras dos,” madre y yo poético son una misma piel herida por la vida y las separaciones:
La que soy que era
se ha quedado en las canas
de aquella casa tenue;
…Ninguna de las dos nos parecemos.
Ninguna de las dos es lo que era.
Otra de las secciones relevantes de La Sentencia es la lidia con la futilidad de lo vital en comparación al paso ineludible del tiempo. Para la poeta, no sólo lo humano fluye hacia un término obligatorio. Las cosas tienen asimismo un final desesperado. Palazzo Conti señala la decadencia en todo en lo que posa la vista: los imaginados tesoros de un baúl, balcones desde donde nadie mira, unas piedras gastadas, una lumbre sin vida, una huella solitaria y hasta un sonido que ya no se distingue [“Aquel baúl,” “Tiempo,” “Sonámbulos”]. Conjura un mundo poético sin sentido y derrotado de antemano. Sujeto, como sugiere el título de su poemario, a una “sentencia” irrevocable que la hace rebelarse y cuestionar tanta desdicha escrita a priori, desde todos los tiempos [“El viaje,” “Después”].
Palazzo Conti domina con la sugerencia de imágenes que hablan de la insignificancia humana para transgredir la muerte. Los seres queridos del “yo poético” sobreviven momentáneamente en el recuerdo o en fotografías como “una ciénaga de muertos/ que insisten en fingir la sonrisa.” [“Ciénaga”]. Son supremos los siguientes versos en los que yo poético imagina el propio final y el despiadado ataque de la muerte:
Dejarme hueca,
sólo multiplicada
por esas aguas
que copiarán a otros
cuando yo me vaya [“Cara y ceca”]
En los poemas“Ritual,” Tristeza” y “Derrumbe,” claves para el estudio interior de Palazzo Conti, la autora concluye que somos todos enmascarados que mentimos nuestra soledad, niños ancianos, signos derrotados, entes perdidos en vida y en muerte. A esta última la llama venenosa [“Los extremos”] y usurpadora [“Deambular”], que impasible va repartiendo incertidumbre: “Adónde ir/ sin mantas/ni equipaje, / con las manos abiertas/ en un silencio largo” [“Después”].
En La Sentencia, Palazzo Conti determina que hay algo sospechoso con tanto sufrimiento del que no se puede prescindir. Que hay un fiasco en esto que llamamos vida:
Que se abra el horizonte,
y traguen
los escombros
la colmena imperfecta [“Reto”]
La autora propone la palabra poética como respuesta a la desazón vital:
Con letras centinelas
armo pocas palabras
y rechazo las muertes
que anteceden a mis rastros
En la teoría de Teresa Palazzo Conti todo en el universo tiene una misma sagrada importancia. En “Al escritorio de mi abuelo,” la poeta hace un seguimiento a una semilla transformada de árbol viviente en madera muerta que, sin embargo, renace como un utensilio de escritura encantado para que la poeta sueñe poemas que rescaten la esencia de ambos. La sensibilidad exquisita de Palazzo Conti se conmueve con cada entidad que la rodea: el trabajo incesante de una araña, la mueca solitaria de una mancha de humedad en la pared, la naturaleza espléndida de su niñez y el amor irrepetible de la madre. En La Sentencia, en especial, Palazzo Conti indica que lo vital y lo inanimado comparten un mismo combate y una misma soledad forzosa. Para ella, son desafíos en compañía: “Y bajo aquella sombra, / aún juego a la vida/ con mi madre” [“Partida”].
Dra. Rosa Tezanos-Pinto
Catedrática de Literatura Hispanoamericana
Indiana University-Purdue University, Indianapolis
USA
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