En un hogar donde Ken Follett sea uno de los escritores más admirados no debería faltar una biblioteca que permita lucir ejemplares de obras como «Los pilares de la Tierra», «La clave está en Rebeca» y «Un lugar llamado libertad», por citar sólo algunas.
Cada uno de estos materiales, como sabrán aquellos que acostumbran confiar en la producción literaria de este destacado escritor británico que nació en Gales el 5 de junio de 1949, posee su propio encanto e invita a sumergirse en mundos ficticios apasionantes en los cuales predominan el suspenso y las referencias históricas.
En el caso de «Un lugar llamado libertad», por ejemplo, el autor intenta cautivar a los aficionados a la literatura con una propuesta inspirada en la Escocia del siglo XVIII, un escenario donde, según se cuenta, ser minero del carbón era sinónimo de servidumbre y sufrimiento constante.
En ese contexto aparece Mack McAsh, quien se vio obligado a huir después de haber enfrentado a su amo. El plan de escape pronto se transformó en una odisea que lo llevó hacia Londres y más tarde hacia las colonias de América del Norte con el único fin de hallar su ansiada libertad.
Las intensas vivencias de este personaje son las que convierten a «Un lugar llamado libertad» en una opción de lectura interesante donde, en un marco de acción y ambientación histórica, se abordan cuestiones como el amor, la generosidad, la esclavitud y, por supuesto, la independencia.
Si la trama de este libro les resulta atractiva y desean analizar por sí mismos esta novela de Ken Follett que ya le ha regalado momentos entretenidos a cientos de lectores de distintos rincones del planeta, no olviden adquirir en los próximos meses un ejemplar del muchas veces traducido relato que, en español, se ha dado a conocer bajo el nombre de «Un lugar llamado libertad».
Comentarios1
Relato malogrado, probablemente debido a la labor de traducción, y quizás no tanto, por comentarios que transcienden la fronteras del absurdo.
En página 34, después de una reunión en la iglesia de unos mineros/esclavos en lucha por sus derechos y malograda por la prepotencia del patrón, a la salida se concentran, y la hija del patrón pretende hacer ver al cabecilla de la protesta, su error. En este punto de lógica tensión, no encuentra otra salida el autor, sin ruborizarse, el siguiente comentario:
"Lizzie respiraba afanosamente y el tuvo que hacer un esfuerzo para apartar los ojos de su busto"
Enfin, Serafin...
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