En 1978, años después de haber publicado los ya mencionados «Cartero» y «Factótum», el escritor y poeta estadounidense Charles Bukowski sorprendió a admiradores y críticos con un nuevo material literario enmarcado en el género de la novela.
Para elaborar esa obra, el autor volvió a inyectarle vida a Henry Chinaski, su alter ego. Él fue quien se transformó en el protagonista de un relato de perfil autobiográfico que, pese a titularse «Mujeres», no es un texto que realce la figura femenina, sino que es un material que apunta a describir el amor y el dolor valiéndose de algunas adicciones del personaje principal.
En este libro, el lector descubre a un Chinaski maduro pero descontrolado al cual su medio siglo de vida lo ha encontrado con una creciente reputación literaria, algunos ahorros en el banco y muchas admiradoras que lo seducen desde cualquier ámbito.
Lejos de concentrarse en una sola mujer, el personaje aprovecha esta situación para recuperar el tiempo perdido y librarse, de una vez, de su estigma de perdedor. Impulsado por el acercamiento de numerosas personas del sexo opuesto, este ser inicia una increíble maratón sexual que, además de permitirle sumar experiencia en el plano íntimo, lo conduce a un importante proceso de aprendizaje en el cual, lamentablemente, no quedarán al margen sus ya típicas borracheras.
Para evitar decepciones, no se ilusionen con encontrar en «Mujeres» un relato tierno donde la figura femenina esté evocada por Bukowski con sensibilidad. De todas formas, es importante tener en cuenta que, detrás de las múltiples referencias hacia las prácticas sexuales y el consumo excesivo de alcohol, es posible hallar en este interesante y entretenido trabajo diversas alusiones hacia el sentimiento más puro que puede sentir un ser humano y al sufrimiento que puede llegar a aparecer en la vida de cualquiera de nosotros.
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