Sin duda, la adolescencia es una de las etapas más lindas de la vida, no sólo por todo lo que implica el crecer y ganar libertad, sino por las experiencias que se viven con la complicidad de los amigos y compañeros de curso. Por esa razón, no son pocos los que recuerdan esa época con nostalgia ni los que aprovechan su condición de adolescente para llevarse el mundo por delante.
Con «Brumas de octubre» muchos jóvenes se sentirán identificados, mientras que los lectores de más edad tal vez encuentren en este libro de Lola Gándara una historia similar a la que pudieron haber vivido durante su etapa estudiantil.
El protagonista de este relato es Miguel, un muchacho que comienza las clases en un colegio nuevo. Su condición de recién llegado hace que «el Rojo», un chico que ya ha repetido, Verónica y Leti se le acerquen con intenciones de que la adaptación no le resulte tan difícil.
En el curso al que asiste Miguel está Simón, un estudiante que, por movilizarse en silla de ruedas, es el único autorizado para utilizar el ascensor de la institución. Esta realidad es aprovechada por «el Rojo», quien decide empezar a alquilar el elevador, y, por estas prácticas, Simón, que prefirió no defenderse, es culpado.
A medida que el año lectivo avanza, el personaje principal, acompañado por sus nuevos amigos, comienza a vivir diversas aventuras típicas del ámbito escolar, donde la complicidad, las travesuras, la rebeldía estudiantil, la unión, la amistad y hasta el romance parecen estar a la orden del día.
Aunque no todos los capítulos logren cautivar a los lectores, no se puede negar que «Brumas de octubre» es un interesante libro que, a partir de las vivencias de Miguel, logra retratar con un gran realismo las vivencias y reacciones de muchos alumnos.
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