Hace algunos meses, Poemas del Alma publicó el resumen de «La ciudad de las bestias», un libro creado por la novelista chilena Isabel Allende con la cual se inicia la serie bautizada «Las memorias del águila y el jaguar». La mencionada colección, como sabrá más de un amante de la literatura, es una trilogía que incluye también a «El reino del dragón de oro» y «El bosque de los pigmeos».
Para darle continuidad a esa información literaria que publicamos tiempo atrás, en esta oportunidad centraremos el artículo en el contenido de la segunda parte de esta interesante propuesta.
En «El reino del dragón de oro», la acción se desarrolla en los valles del Himalaya, sitio que atesora el mítico reino del Dragón de Oro, hasta donde se traslada Kate con el objetivo de elaborar un reportaje. Esta vez, la experimentada periodista no estará sola, sino que tendrá como acompañantes a su nieto Alexander y a Nadia, una amiga del muchacho.
Mientras los viajeros comienzan a recorrer la región, dos mafiosos elaboran un plan para sustraer la estatua del Dragón de Oro, una figura repleta de oro y piedras preciosas codiciada no sólo por su valor económico, sino por las capacidades adivinatorias que se le atribuyen.
Ajeno a todo ello, el monje Tensig pasa su tiempo en compañía de su joven discípulo, a quien debe transmitirle todos los conocimientos necesarios ya que éste, tras cumplir sus primeros veinte años de vida, se convertirá en el nuevo rey.
Con esas situaciones como punto de partida, «El reino del dragón de oro» invita a los lectores de todas las edades a dejarse atrapar por las aventuras vividas por los protagonistas y a rescatar de esta historia no sólo el valor de la amistad, sino también ideas vinculadas a la espiritualidad que buscan enseñar a entender la vida con mayor sabiduría y profundidad.
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