Ya han pasado más de diez años desde el lanzamiento de la obra perteneciente a Hernán Rivera Letelier que se presentó bajo el título de «Los trenes se van al Purgatorio» y, sin embargo, este material aún tiene posibilidades de resurgir y situarse como una opción de lectura a tener en cuenta por parte de quienes recién lo descubren.
Una vez más, este escritor que nació en Talca en 1950 se ha inspirado en Chile, su país natal, para elaborar un relato capaz de transportar al lector hasta Atacama, una zona que también sirvió de escenario para la trama de «Fatamorgana de amor con banda de música».
En esta oportunidad, el universo imaginario que propone Rivera Letelier encaja a la perfección con los intereses de aquellos que gustan de las lecturas que retraten la atmósfera de los medios de transporte, esos sitios públicos donde a diario se confunden personas de todas las edades y distintas clases sociales con sueños, necesidades y realidades diferentes.
Como lo adelanta el título del libro, «Los trenes se van al Purgatorio» encuentra como disparador de la narración al servicio ferroviario y convierte a sus vagones y estaciones en fuentes inagotables desde donde brotan múltiples historias personales.
En el tren que describe Rivera Letelier, una formación que ofrece un viaje de cuatro días y cuatro noches, se puede divisar entre la multitud a un acordeonista perseguido por el fanstasma de la mujer que ama; a una quiromántica que se vale de sahumerios, hierbas mágicas y talismanes para atraer la buena suerte; a un ciego que ofrece peinetas e interpreta boleros de Julio Jaramillo; a una apesumbrada de mujer que va en busca de los restos de su hijo; a un predicador que pretende resucitar a una joven; a un grupo de gitanos; a una pequeña de doce años a quien le cambia la vida en el transcurso del viaje; a una pareja de enamorados y a un locuaz enano que busca localizar a su circo.
Disfrutar esta novela puede llegar a ser una decisión acertada, pero sólo ustedes están en condiciones de determinar, en base a sus preferencias personales, si «Los trenes se van al Purgatorio» constituye una buena opción.
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