El escritor ruso Vitali Shentalinski ha viajado a España para presentar “Crimen sin castigo”, su más reciente libro. La obra, que narra la purga de escritores rusos que aconteció en 1937, completa la trilogía iniciada por “Esclavos de la libertad” (2005) y “Denuncia contra Sócrates” (2006).
Shentalinski inició la presentación del libro con comentarios políticos respecto a la actualidad rusa y a la situación del país en el contexto internacional. “No entiendo qué amenazas puede suponer Rusia en estos momentos”, consideró el escritor. A su juicio, Rusia es “un continente euroasiático complejo y abigarrado, que quizás requiera una mano más dura que Europa”.
Este autor ha trascendido al ser el primero en ingresar a los archivos literarios de la KGB, lo que le ha permitido reconstruir la historia de miles de escritores e intelectuales rusos que fueron perseguidos y ejecutados por el régimen estalinista. “Stalin no desaparece de la conciencia rusa y desde 1990 ha duplicado su popularidad”, indicó.
“Crimen sin castigo”, conformado por cinco narraciones documentales, se presenta como un informe sobre el destino de escritores que fueron condenados por sus ideas artísticas y terminaron desaparecidos en el Gulag o impulsados al exilio. Para Shentalinski, estos autores fueron castigados “con la peor pena que puede sufrir un creador: ver cómo su obra es destruida ante sus propios ojos”. El escritor se lamentó al considerar que “es imposible imaginar cuántos frutos de la inspiración y obras maestras desaparecieron en ese abismo de muerte y destrucción”.
Shentalinski menciona el caso de un linotipista que fue fusilado por escribir mal la palabra “Leningrado”. También recuerda a Osip Mandelshtan, quien fue asesinado por intentar hacer poesía con la figura de Stalin. Dos simples muestras de la locura de un régimen totalitario, cuyas trágicas consecuencias aún atormentan al pueblo ruso.
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En 1927 los poetas españoles se reunían en Madrid para celebrar sus tertulias y muchos de ellos se entusiasmaron por el marxismo soviético, cerrando los ojos sobre las atrocidades que sufrían sus colegas poetas y escritores rusos.
En 1922 Lenin ordena el destierro de una cantidad de filósofos y científicos disidentes. Tuvieron que abandonar sus tierras, sus familias, sus amigos, sus manuscritos y sus bibliotecas personales. Fue un destierro total y cruel. Sin precedentes. Pero los poetas europeos y norteamericanos seguían apoyando la revolución rusa. Hubo algunas excepciones como Albert Camus, André Gide, Henry Miller y Artaud, que no cayeron en la propaganda comunista. Pero el resto, sobretodo Hemingway, Neruda, Picasso, A. Carpentier, entre otros, se convirtieron en cómplices de los crímenes de Lenin y Stalin. Y todo era silencio y muerte en los hogares de los poetas y escritores rusos. Pero los poetas y escritores europeos seguían apoyando la revolución rusa. Ya no quedaba nada de la cultura rusa: la mitad asesinada la otra exiliada. Pero Neruda y todos los otros seguían apoyando a la revolución rusa. Por todas partes corría un aire de azufre y no había un hogar sin ser violado por la seguridad de estado. Y muchos jóvenes hoy día siguen apoyando la revolución rusa. Siguen siendo cómplices de sus atrocidades. Siguen indiferentes por las muertes de los grandes poetas y escritores rusos: Isaak Babel, V. Mayakovski, Serguéi Yesenin, Meyerhold, Andrei Bieli, V. Korolenko, M. Bulgárov, Osip Mandelshtam, Marina Tsvietáieva, Boris Pilniak, M. Voloshin, A. Blok, A. Ajmátova, Nikolái Klúyev,Anna Bárkova y muchos otros.
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