Todo está bien, su ternura te llena de amor y te hace subir a las nubes con un simple “te quiero”...
Pero llega el día del dolor del silencio... de acostarse sin dar un beso de buenas noches. Sientes que tu pareja está a tu lado, pero ausente, lejano.
Y un día de repente escuchas las palabras que jamás hubieses querido escuchar: “Ya no te quiero”.
Tu marido te dijo que ya no te quería...
¿Qué sucederá con los niños? Se derrumba el hogar, la estabilidad emocional y económica; miras a los niños dormir con una paz interminable y no sabes como comenzar a decirles que su papá ya no estará en casa... y comienzas a crear una cantidad de historias de fantasías y finalmente no llegas a nada, no te atreves a decirles que el amor decidió viajar a otro lugar y que ya no está en la casa. Ya no hay amor ese amor que te daba el calor de hogar, ese que por las tardes los reunía en familia a conversar de cualquier cosa. Se fue aquella alegría y esas risas que afloraban tan sólo con un murmullo... y sientes que ya no sirve sentarse juntos a la mesa, inventar una conversación forzada.
Sientes que los cuestionamientos no te dejan dormir, y comienzas a echarte la culpa por todo lo que sucede, a lo que te responden “no eres tú, soy yo...” ¡Qué frase tan sarcástica! Se utiliza cada vez que no saben qué decir. Con ello te das cuenta de que no es una situación actual, es algo que es de más tiempo y no se dio el valor de mirarte a los ojos y decírtelo antes de que crearas castillos de ilusión. Lo miras a los ojos y simplemente buscas incansablemente esa mirada de ternura que te daba a diario... y sólo encuentras la mirada de un ejecutivo de bancos cuando vas a exponerle tu situación para pedirle un préstamo, con esa misma frialdad que te dicen “lo siento, no está aprobado”...
El alma te duele en gran manera, debes sonreír como un payaso ante tus hijos... ellos no tienen la culpa de las vueltas de la vida. Recuerdas el día que te pidió matrimonio, cada palabra te hace trizas el corazón. Recuerdas esa promesa de amor en el altar y piensas debes salir adelante... “por mis hijos, ellos me tienen a mí, sólo a mí. ¿Y a quién tengo yo? A mis hijos, sólo hasta que crezcan y marchen a crear sus castillos de arena”... y recuerdas lo que imaginabas, llenarte de canas a su lado... recibir a tus hijos y a tus nietos en su casa de madera...
Y recuerdas nuevamente cada palabra que te mencionó en esa última discusión que sentías como puñales en el corazón que hacían florecer lágrimas involuntarias...
“Es que ya no te quiero”... “Es que en las noches ya no estás conmigo”... “Es que ya no te arreglas”... “Es que ya no eres la misma de antes...” Y te cuestionas cómo puede ser que ya no te quiera porque en las noches te dediques a vigilar los sueños los hijos que ambos tienen en común. No comprendes cómo pudo dejarte porque en vez de compararte un par de faldas, maquillaje, blusas y tinte para el pelo, simplemente preferiste dejar dinero para el pan diario.
“Ya no soy la misma de antes porque no tengo tiempo para ir al gimnasio? ¿Entonces con quien he vivido todo este tiempo? Con un egoísta que nunca pensó en la familia sino que en su propio interés? Y que no fue capaz de mirar al lado de su cama y darse cuenta que yo más de alguna vez me sentí sola? Que sólo un beso me daba felicidad porque con el tiempo aprendí a conformarme con tan poco. Que nunca exigí restaurantes caros, ni una casa en la playa porque para mí era más hermoso compartir una cena en nuestro hogar y disfrutar del brillo de nuestros hijos al hacerlos felices.”
Sientes que todo lo que tenías a tu alrededor era una farsa, y ya no crees en el cariño desinteresado de la gente. Crees que al igual que él, otros también te mienten... porque este señor no fue lo suficientemente hombre para sentarse frente a ti y decirte lo que le estaba pasando antes que el amor se esfumara por completo. Como para darse una oportunidad... Y te sientes insegura, con miedo a equivocarte. Ese amor como herencia te dejó la sensación de estar errada en todo, de no atreverte a hablar con la gente porque hablas mal, de no ponerte al lado de una mujer bonita pues te verás muy poca cosa, de no opinar sobre un tema porque eres ignorante, de evitar mirarte al espejo por temor a ver las arrugas que van saliendo en tu rostro o las marcas de los embarazos que arruinaron tu cuerpo escultural de hace 20 años.... Y no puedes llamar a tus amigas para que te suban el ánimo, porque con el tiempo te olvidaste de ellas para llegar a ser lo que ahora eres, más que mujer: una madre y esposa.
Por mal agradecido: quiero decirte que yo también soy importante, espero que seas feliz, ¿al lado de quién? Eso no me importa, que no crea que se lleva un trofeo, que yo me quedé con el mejor tesoro que pueda tener una mujer: unos hijos maravillosos, los recuerdos que no se aún si son verdaderos, y el inmenso amor que pude sentir alguna vez.
Porque de ahora en adelante seré madre, amiga, mujer... y para que mis hijos hermosos que Dios me dio estén bien, yo estaré bien primero. Si lloro ellos llorarán; si sonrío, ellos sonreirán; y qué mejor que trasmitirles felicidad, confianza, ternura y amor...
¡Ahora vete, fuera de mi vida! No quiero que me lastimes más... y no vuelvas, que ya el dolor de perderte lo estoy reconociendo en mi cuerpo, ya tu ausencia está siendo parte de mí... y no soportaría perderte dos veces.
Greyzi Huepe. Muchas gracias Greyzi, por compartir con nosotras este artículo a modo de experiencia que refleja el dolor que sentimos cuando aquel por quien todo lo dimos, nos deja de amar.
Pero llega el día del dolor del silencio... de acostarse sin dar un beso de buenas noches. Sientes que tu pareja está a tu lado, pero ausente, lejano.
Y un día de repente escuchas las palabras que jamás hubieses querido escuchar: “Ya no te quiero”.
Tu marido te dijo que ya no te quería...
¿Qué sucederá con los niños? Se derrumba el hogar, la estabilidad emocional y económica; miras a los niños dormir con una paz interminable y no sabes como comenzar a decirles que su papá ya no estará en casa... y comienzas a crear una cantidad de historias de fantasías y finalmente no llegas a nada, no te atreves a decirles que el amor decidió viajar a otro lugar y que ya no está en la casa. Ya no hay amor ese amor que te daba el calor de hogar, ese que por las tardes los reunía en familia a conversar de cualquier cosa. Se fue aquella alegría y esas risas que afloraban tan sólo con un murmullo... y sientes que ya no sirve sentarse juntos a la mesa, inventar una conversación forzada.
Sientes que los cuestionamientos no te dejan dormir, y comienzas a echarte la culpa por todo lo que sucede, a lo que te responden “no eres tú, soy yo...” ¡Qué frase tan sarcástica! Se utiliza cada vez que no saben qué decir. Con ello te das cuenta de que no es una situación actual, es algo que es de más tiempo y no se dio el valor de mirarte a los ojos y decírtelo antes de que crearas castillos de ilusión. Lo miras a los ojos y simplemente buscas incansablemente esa mirada de ternura que te daba a diario... y sólo encuentras la mirada de un ejecutivo de bancos cuando vas a exponerle tu situación para pedirle un préstamo, con esa misma frialdad que te dicen “lo siento, no está aprobado”...
El alma te duele en gran manera, debes sonreír como un payaso ante tus hijos... ellos no tienen la culpa de las vueltas de la vida. Recuerdas el día que te pidió matrimonio, cada palabra te hace trizas el corazón. Recuerdas esa promesa de amor en el altar y piensas debes salir adelante... “por mis hijos, ellos me tienen a mí, sólo a mí. ¿Y a quién tengo yo? A mis hijos, sólo hasta que crezcan y marchen a crear sus castillos de arena”... y recuerdas lo que imaginabas, llenarte de canas a su lado... recibir a tus hijos y a tus nietos en su casa de madera...
Y recuerdas nuevamente cada palabra que te mencionó en esa última discusión que sentías como puñales en el corazón que hacían florecer lágrimas involuntarias...
“Es que ya no te quiero”... “Es que en las noches ya no estás conmigo”... “Es que ya no te arreglas”... “Es que ya no eres la misma de antes...” Y te cuestionas cómo puede ser que ya no te quiera porque en las noches te dediques a vigilar los sueños los hijos que ambos tienen en común. No comprendes cómo pudo dejarte porque en vez de compararte un par de faldas, maquillaje, blusas y tinte para el pelo, simplemente preferiste dejar dinero para el pan diario.
“Ya no soy la misma de antes porque no tengo tiempo para ir al gimnasio? ¿Entonces con quien he vivido todo este tiempo? Con un egoísta que nunca pensó en la familia sino que en su propio interés? Y que no fue capaz de mirar al lado de su cama y darse cuenta que yo más de alguna vez me sentí sola? Que sólo un beso me daba felicidad porque con el tiempo aprendí a conformarme con tan poco. Que nunca exigí restaurantes caros, ni una casa en la playa porque para mí era más hermoso compartir una cena en nuestro hogar y disfrutar del brillo de nuestros hijos al hacerlos felices.”
Sientes que todo lo que tenías a tu alrededor era una farsa, y ya no crees en el cariño desinteresado de la gente. Crees que al igual que él, otros también te mienten... porque este señor no fue lo suficientemente hombre para sentarse frente a ti y decirte lo que le estaba pasando antes que el amor se esfumara por completo. Como para darse una oportunidad... Y te sientes insegura, con miedo a equivocarte. Ese amor como herencia te dejó la sensación de estar errada en todo, de no atreverte a hablar con la gente porque hablas mal, de no ponerte al lado de una mujer bonita pues te verás muy poca cosa, de no opinar sobre un tema porque eres ignorante, de evitar mirarte al espejo por temor a ver las arrugas que van saliendo en tu rostro o las marcas de los embarazos que arruinaron tu cuerpo escultural de hace 20 años.... Y no puedes llamar a tus amigas para que te suban el ánimo, porque con el tiempo te olvidaste de ellas para llegar a ser lo que ahora eres, más que mujer: una madre y esposa.
Por mal agradecido: quiero decirte que yo también soy importante, espero que seas feliz, ¿al lado de quién? Eso no me importa, que no crea que se lleva un trofeo, que yo me quedé con el mejor tesoro que pueda tener una mujer: unos hijos maravillosos, los recuerdos que no se aún si son verdaderos, y el inmenso amor que pude sentir alguna vez.
Porque de ahora en adelante seré madre, amiga, mujer... y para que mis hijos hermosos que Dios me dio estén bien, yo estaré bien primero. Si lloro ellos llorarán; si sonrío, ellos sonreirán; y qué mejor que trasmitirles felicidad, confianza, ternura y amor...
¡Ahora vete, fuera de mi vida! No quiero que me lastimes más... y no vuelvas, que ya el dolor de perderte lo estoy reconociendo en mi cuerpo, ya tu ausencia está siendo parte de mí... y no soportaría perderte dos veces.
Greyzi Huepe. Muchas gracias Greyzi, por compartir con nosotras este artículo a modo de experiencia que refleja el dolor que sentimos cuando aquel por quien todo lo dimos, nos deja de amar.
- Autor: Tinguinaki (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de marzo de 2011 a las 01:19
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 76
- Usuarios favoritos de este poema: Tinguinaki
Comentarios2
espero que seas feliz, ¿al lado de quién? Eso no me importa, que no crea que se lleva un trofeo, que yo me quedé con el mejor tesoro que pueda tener una mujer: unos hijos maravillosos, los recuerdos que no se aún si son verdaderos, y el inmenso amor que pude sentir alguna vez.
Hola, si todos tuviéramos esta visión al primer momento que las cosas andan mal, no se perdería tanto (patrimonio, tranquilidad, educación de hijos, etc) te invito a leer mi poema que habla más o menos del tema, gracias
Bello poema amiga,besos.
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