No temáis por mis versos, poetas,
podéis descansar en paz,
en vuestros lechos de fama merecida
que yo no os he de quitar.
Morirán las estrofas,
los versos, las palabras;
las letras se tornarán sin valor
después de que este torpe poema
que me sirve de introducción.
Si pudiera al menos expresarme
con sinceridad y sencillez
lo que mi muda lengua se niega a expresar,
te robaría, Esther,
decenas, centenares, miles
de incalificables sonrisas
que con cautela guardas.
Lo único que deseo es que nada cambie.
Que las olas indómitas enfríen
la arena abrasadora diariamente,
al igual que la felicidad
acaricie tu cara,
que tu sonrisa la ilumine.
No quiero que eso cambie,
ni tampoco tu mirada,
tus labios, tus ojos, tu nariz, tu rostro, tu cuerpo;
todo lo que eres ahora.
Que no cambie.
Una vez pensé que te perdía por bocas extrañas,
no quiero que me atormenten por segunda vez.
Soñé y recordé,
¿tal vez era al revés?,
aquellas promesas que pasan desapercibidas,
promesas de hacerte feliz,
sin parecer egoísta ni aprovechado.
Sé que no puedo ofrecer nada,
ni conversación ni diversiones,
que otras personas te den ya.
Los versos ya se acaban,
mis pensamientos se desvanecen.
Queda poco para mi marcha,
quizás nos veremos;
quién sabe dónde y cuándo,
ni los por qué ni cómos.
Puede que me convierta en aire,
en un fantasma del recuerdo,
en niebla de tu memoria.
O simplemente seré un observador
que ve como un fugaz cometa
de cabellera dorada
asciende con lentitud hacia el manto negro
reuniéndose con astros de su misma magnitud
- Autor: Heros (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de marzo de 2011 a las 10:02
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 36
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