Obscenidades
Fija mi mente en la rotación de tu cuello,
en la plasticidad de tu boca al asomo de
las palabras que son despedidas desde tus
cuerdas vocales impregnadas de felinidad.
Y dicen que soy esclavo de las sinuosidades
de tus pechos tiernos, dorados, fogosos; de
los cristales que esplenden tras tus ojos,
de tus manos níveas, de tu talle arrobador.
Algunos atribuyen mi ofuscamiento a tretas
y artificios de naturaleza infernal y demoniaca.
Sin embargo, sigo obstinado en mis impulsos
que dominan todo mi aparato intelectual. Yo,
el sujeto cuyo instintos jamás habían alcanzado
el apreciado cenit solar de la adolescencia,
he hecho el pacto con la corriente de mi flujo
sanguíneo, he aceptado la imagen y la sensación
de estar subyugado a las porciones bajas del
hombre. Ya estás en mí, profanando sitios,
lugares; oscureciendo los astros, contando
gotas de mercurio. A diario siento el dolor que
infliges a mis coyunturas. Estoy roto, sin armazón,
con mis huesos desperdigados como arena en
las calles donde siempre te esperé. Hasta las partículas
del aire se acongojan de mi débil estado, pero
yo me río y muestro mis dientes al orden del
cosmos. No necesito del mundo, de sus conceptos
cristianos y su moral putrefacta. Sí, soy un ser inmoral
arrojado al lago de la lujuria y la glotonería genital.
Tengo un alma irreverente, tosca, grosera, sexual.
Me considero un Adán, un profeta, un cristo
dispuesto a redimir mi carne ávida de carne, de fluidos,
de segregaciones hormonales. Mi pene erguido, escándalo,
para las criaturas humanas que me cubren, lo veo surcado
de inflamadas venas resistentes a la fiera masturbación.
Por: Jonathan Rojas
- Autor: Jonathan Rojas ( Offline)
- Publicado: 1 de abril de 2011 a las 13:58
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 121
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