Fijamente observaba el diario labrar de un individuo, día tras día, sembraba semillas en tierra árida, cuyas partículas eran tocadas por las gotas de la lluvia una vez al año, en el mejor de los tiempos. Estos dos aspectos llevaban a la lógica de que no lograría cosechar nunca nada; esto provoco en mi cierta curiosidad, y un cierto día, sentí la obligación de hacer una obra de ”caridad”; pues bien, me acerque a este tipo para preguntarle si era consciente de que debido al ámbito natural que lo envolvía, no era posible conseguir lo que se proponía; pero al acercarme, mis pensamientos se nublaron y perdí la conciencia ¿no sé porque tiempo?, tendido en el piso y con los labios cubiertos de partículas de polvo (al menos algo acariciaba mi boca después de tanto tiempo, aunque sea bruscamente) recordé en un instante los actos de mis tres últimos años de vida, recobre inmediatamente la razón y me levante gritando: ¡no lo hagas, no lo hagas! ¡no desperdicies tu vida, tu tiempo! ¡no derrames tus lagrimas, que no harán florecer nada! ¡no lo hagas!........ ¡Respire profundamente! y a mi alrededor únicamente estaba un inmenso desierto. Lleno de angustia con mis manos trate de encontrar las semillas que estaba seguro aquel hombre las había enterrado, ya lleno de ansiedad y desesperación de no hallar las semillas, encontré un artefacto que en un inicio no reconocí, porque estaba lleno de arena, al limpiarlo lentamente; mi rostro se reflejaba en el.
Ahora en mi mente solo vacilan varias inquietudes, ?No sé cuando llegara la hora de la cosecha?, ¿No sé cuando se acabaran las semillas?, y la única respuesta que consigo es que, el fin llegara cuando el sentimiento se extinga; al menos, acerté dolidamente quien era aquel labrador……..
Definitivamente no puedo morir de amor, estoy seguro que tendré un final sin dolor.
- Autor: freddy ricardo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 5 de mayo de 2011 a las 18:45
- Comentario del autor sobre el poema: ¡Me gustan las flores, pero no las puedo conservar............
- Categoría: Sin clasificar
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Comentarios1
buen pensamiento mi gran amigo Freddy me recuerda a el pensamiento del sembrador de dátiles:
lunes 26 de mayo de 2008
El plantador de dátiles
En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Elihau de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Elihau transpirando, mientras parecía cavar en la arena.
— ¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.
— Contigo –contestó Elihau sin dejar su tarea.
— ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?
— Siembro –contestó el viejo.
— ¿Qué siembras aquí, Elihau?
— Dátiles –respondió Elihau mientras señalaba a su alrededor el palmar.
— ¡Dátiles! –repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez comprensivamente
— El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.
— No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...
— Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?
— No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso ¿qué importa?
— Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.
— Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar estos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido,vale la pena terminar mi tarea.
— Me has dado una gran lección, Elihau, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me has dado – y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.
— Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto, y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
— Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.
— Y a veces pasa esto – siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas —: sembré para no cosechar y antes determinar de sembrar ya coseché no sólo una, sino dos veces.
— Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte.
un gran abrazo del alma y del corazon.
Una historia inspiradora "me gustó" mucho más que la mía porque en ella la cosecha está llena de fortuna..............Muchas gracias
gracias mi gran amigo aunque no es pensamiento mío quise compartirlo contigo es un gran regalo del alma
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