¿Qué buscas Tú de mí, Jesús Rey mío muy amado
que caíste de la cruz como ladrón vencido,
para ser eterna y firmemente coronado
Vencedor de la muerte y su estandarte destruido?
Saber que tus pasos me persiguen ha quebrado
sin más dilación a mi pobre orgullo desvestido,
sobrecogiéndome tu corazón destrozado
por dejar en mi ser la pasión de tus latidos.
Mi Jesús, dura es la verdad que has revelado:
a pesar de mi pobreza, te has interesado
en extraer el oro que está entenebrecido
en el pozo de este corazón apasionado,
para que otros sepan que a mi ser Tú has venido
y que al fin, después de tanto tiempo, me has vencido.
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