EL SOLITARIO (HISTORIA DE UN VERDADERO AMOR) (David Goya)

David Goya



La noche mata la quietud profunda,

haciendo vibrar la carne, y el alma moribunda;

hizo estallar la esperanza que reposa,

en el gemido de una incertidumbre que solloza…

Caminando por la calle, con frente y cabeza baja,

pareciendo un cadáver sin su mortaja,

en mi se clavo una mirada una sonrisa,

la sangre se me enfebrece, la piel se me eriza;

 entonces como cohogollo en la rama, mi esperanza brota,

encendiendo un trágico fulgor en mi alma rota,

poco a poco mi pecho lleno de hastío,

 deja de sollozar y retorcerse en el vacio…

Luego una esperanza le acompaña en su mortal desmayo,

irrumpiendo las sombras, como la luz de un rayo,

entonces siento el cariño de una mujer que ama,

y la fuente de su amor que a mis pies derrama…

 

                      II

                                                     

Ella es joven y en su amor me alegro,

son sus ojos claros, su cabello negro.

Cada vez que a su ventana asoma…,¡suspiro!...,

y cada vez mas su amor yo aspiro;

nunca he conocido placeres, solo pesares,

y por ella del brazo iría al pie de los altares,

ella conserva la ternura de un niño,

y en el corazón para mi, todo su cariño;

ya de ese amor no hay nada… “El recuerdo acaso”,

de aquella vez que a su mirada temblaban mis pasos.

Entre tanto, mi corazón no encontraba sosiego,

porque el amor le quemaba con ráfagas de fuego…

En el corazón; el temor y el amor formaban la guerra,

y mis ojos no vieron otra igual en la tierra.

Mientras tanto la esperanza refugiada en su asilo,

quería desgarrar a mi corazón tranquilo.

                                III

 

Una vez ante la lúgubre noche de rodillas

parecían lluvia de cristal, las lagrimas en mi mejillas,

medite entonces cuanto la adoraba,

sin comprender,  porque al estar cerca la esquivaba…

Erase todo su cuerpo imagen tentadora,

en el cual yo pensaba hora tras hora.

Cada vez mas la amaba con incesante empeño;

de mi mente no se iba ni en mis horas de sueño.

 Era para mi; como diosa de santuario,

la cual debería envolverla, el humo espiral del incensario.

Aumentaba en mi las ansias vivas;

y mas la esquivaba como sombra fugitiva.

Cada vez en mi pecho se ahondaba el desvarío,

despertándome en las noches trémulo de frio,

y en la soledad y el silencio de nostalgia loca,

buscando el beso de su ardiente boca…

                           IV

 

Solitario bajo la luna en mi paseo,

me imagino ser su dueño en extraño devaneo,

en ese momento parece que lívida se queda,

la blanca y fresca luna que a lo lejos rueda.

Ante su ventana paso tembloroso huraño;

como quien huye -de quien quiere hacerle daño-.

Todo esto es como un cuento mágico,

sin yo decirle nada (–eso es lo trágico.)

A la presión del viento, los arboles se quejan,

y al igual que yo, se acercan y se alejan…

Ella fue para mi fuente de delicias,

donde quedo mi  cuerpo sediento de caricias,

y cuando la luna en el occidente se escombra,

siento crecer la soledad crecer la sombra.

 

 

                         V

 

Entonces, el corazón en su pasión combate;

sin tener resultados el temor lo abate,

luego el alma a la carne se revela;

y a través del silencio y del el espacio, a su lado vuela,

queda entonces, mi cuerpo como estuche;

solía hablarle mi alma, sin que ella lo escuche…

Ella me miraba con pasión tan loca,

con una sonrisa en sus labios, que besar provoca,

entonces mi pasión gime, vacila y calla,

y entre el amor y el temor, se forma la recia batalla.

Que hondo misterio mi corazón encierra,

amar y callar, querer y sufrir, en esta tierra,

toda la pasión y el amor que a mis ojos brota,

se deslié en la sombra como cristalina gota.

                             VI

 

Después de eterno desvelo, el sol se levanta,

mi cobarde silencio llora, las aves cantan;

al poner la mirada en alguna cosa,

se parece a ella, la margarita, el lirio, la rosa,

así crece en mi pecho la pasión muda,

y ella; en su amor le crece la duda.

Luego mi esperanza se vuelve incierta,

ella me ama con su fe ya muerta,

era un amor que nadie entiende…,

tan solo dios, con su infinito poder comprende;

amar, sufrir y callar, no tiene sentido,

mientras con ansias espera un beso del ser querido,

el silencio, la sombra, me cubre con su negro velo,

y en la soledad, mi alma implora al cielo,

luego entonces mis nervios a mi amor ofusca,

huyendo mi amor cuando su amor me busca.

                                    VII

 

Siento después, mi lucha tenaz, al borde de un abismo,

estando a su lado, siento que huyo de mi mismo;

todo mi amor y su esperanza es en vano,

y en mi cuerpo siento, el óbito de un anciano…,

cada vez por ella, mi amor es mas profundo;

¡que sin ella no amaría dentro de este mundo!

Ella en su amor, con paciencia esperaba,

la fugitiva caricia que nunca se entregaba…,

sus miradas fulgentes irrumpían en clamor,

y como no correspondía buscase otro amor.

Luego su esperanza al alma abandona;

en mi pecho la angustia solitaria se eslabona,

su corazón lo entregaba a otro; pero a mi me prefiere,

y en el rotundo silencio de mi boca, su esperanza muere.

 

                            VIII

 

- el pecho-, celda de mi pasión solitaria;

al compas de la lúgubre noche levanta su plegaria,

luego estalla en mi la pasión sangrienta,

la esperanza se aleja, los celos me atormentan…

La pasión en su místico anhelo de vencerse,

deja en sus ojos dos lagrimas caerse;

al perder su amor, los celos, la angustia azota,

y corriente cristalina de mis ojos brota,

se retuerce el alma en su bárbaro martirio,

al verla ajena entre las sombras del delirio.

Todo ese sentimiento en la soledad me aflige,

obligando a callar para siempre, lo que nunca dije;

a través del sueño su imagen evoco…

¡Beso la sombra, el silencio, cual si fuere un loco!..

 El sol en su ultimo fulgor crepusculario,

hacia verme mas triste y solitario,

al verme pasar ella adivinaba mi secreto,

conocía ella esta ansiedad, este vivir inquieto,

luego mis penas de amor se volvieron hondas;

dejándose ver, por mas que el pecho la esconda.

                         IX

 

Al igual que los astros en su reflejos

yo le enviaba besos de amor desde lo lejos,

en ardiente llamas de amor abrazados,

pues unía el amor a nuestros cuerpos apartados,

es este bárbaro sentimiento casi infinito,

que delata la historia de mi amor escrito…

Siempre amándola con afán profundo,

en sus bellos ojos estaba mi mundo…

Aquella Venus de amor risueña,

solitaria en su alcoba conmigo sueña;

mientras mi silencio al rayo de la luna exclama,

todo mi corazón y mi cuerpo, a ella ama…,

a lo lejos, le envío de mi boca, ósculos de fuego,

palpita el corazón, se inquieta el alma sin un  sosiego,

solo una vez sentí la tibia presión de su mano,

recuerdo muy bien que fue en verano,

perdí el temor después de unas cuantas copas,

y luego pude expresar alguna frases locas,

ella con voz extenuada me dijo que era tarde,

y que dejase para mañana la pasión que arde.

                             X

 

Llego otro día; (¡que ser tan extraño!)

-Hace poco dijo amarme y se porta huraño-;

no entendió para nada la pasión descrita,

mientras que la amo en silencio mi alma grita,

se vuelve la virgen pálida que mi alma adora,

en su pecho de alabastro y  rosa, reclinaría mi cabeza pensadora;

hondas huellas de su amor, en mi quedaron,

por el tímido silencio, que mi lóbrego espíritu trabaron…,

mi espíritu abatido en la soledad quizás la nombre,

mientras ella recordando mi amor,

-sin esperanza besara a otro  hombre-;

a mis ojos cada insinuación que ella hacia,

era torrente de amor en fuego que a mi espíritu retorcía,

y así quede con toda mi ilusión desecho,

penetrando su recuerdo; ¡el las recónditas fibras de  mi pecho!...

                 XI

 

Entonces en silencio, -dije a Dios-; padre perdona mi queja,

ya que este pensamiento de tu amor me aleja…

Luego en la siguiente noche me puse de hinojo,

y no pude contener las lagrimas de mis ojos,

ya casi sin aliento con audaz porfía,

habiéndola perdido la sentí mas mía…

Toda esperanza toda ilusión era en vano,

alguien la llevo dejando vacías mis manos,

sumergido en soledad, solo en ella vago,

como aquel encantado cisne sobre el lago,

el silencio, la rosa, la música me habla de ella,

poniéndola mas distante y lejana que la estrella…

Larga lucha de la pasión sin consuelo,

ofusca los sentidos renuncia al suelo;

no hay razón de vida me encuentro vencido…,

¡adorar un diamante y haberlo perdido!...

              XII

 

Para mi felicidad es un gran problema,

 aun después de amar, que es ley suprema…

¿Si Dios manda a amar a cuanto ser existe…,

porque hacia ella mis pies se resisten?

Ni un poquito de su amor mi afán alcanza,

 desfallece la fe, muere la esperanza.

Luego mi alma con la conciencia se concilia,

perdiendo a ella, ganando su familia;

y todo este desvarió atormenta la conciencia,

ya no se si es amor, cariño, ternura, o demencia…

Todas las palabras calladas a mi pecho oprimen,

 y me hacen fugitivo, cual si cometiese un crimen.

               XIII

 

La alegría del pecho se suspende súbitamente,

 la rabia y los celos, corre por mis sangre ardiente;                         

mientras alguien comenta una platica sencilla,

 resbala sin ningún temor, una lagrima en la mejilla,

quizás es la expresión del rostro mudo,

aquella lagrima, que nadie contemplar pudo.

Esa lagrima ardiente rueda y cae sobre la alfombra,

nadie pudo verla, porque rodo en la sombra,

esa lagrima amarga, la pupila dilata;

bajo la clara luna vestida de plata.

Ya para siempre postergada la sesión amorosa,

me quedaron espinas, arrancaron las rosas…

Noche a noche mientras en mi lecho dormía,

de mi ser extenuado, un recuerdo fluía.

La razón al amor gritaba; ¿¡para que amar tanto!?,

Si solo nos trae desconsuelo, tristeza, amargura, y llanto…

Luego -pensé- para que tener un loco anhelo;

Tan real y lejano como el azul del cielo…

 

 

 

 

                     XIV

 

Cada tarde, la brisa por la playa se extiende

y el pálido crepúsculo sobre ella se enciende,

todo esto pasa, porque (Dios lo exige)…

Y en su grandísimo amor nuestros pasos dirige.

 Entonces me dirijo por salvajes horizontes

respirando el aire fresco de los montes,

tratando de olvidar, talvez…, mis agrias penas

y Recobrar entonces, la sangre de mis venas.

Luego escucho, el consejo de un humilde anciano,

que me aconseja como un tierno hermano;

escucho su platica sencilla y callo,

aprovechando el minuto de calma, que en el hallo.

Y cuando al morir la tarde el sol declina,

hacia el profundo silencio, mi alma se encamina…

entonces pasando voy por los celajes rojos,

con los pasos trémulo y húmedos los ojos;

así llego hasta mi hogar solitario,

Donde voy arrancándole hojas al calendario…

                      XV

 

Ella; junto a su amado, partió con rumbo incierto,

mientras mi vida se iba a la mansión de los muertos;

se volvía libido mi rostro, la mirada triste,

sintiéndome extraño, ha todo cuanto en torno existe…

Poco a poco en mi rostro se dibuja,

el secreto sufrimiento que a la soledad me empuja.

De mi se apodera un hondo y supremo paroxismo,

cual si me encontrase al borde del abismo…

Viene a mi entonces, la diáfana tez de nieve y rosa,

de aquella mujer que se convirtió en esposa

dentro de mi se apodera la desgarradora cuita,

estallando como volcán, la pasión que grita,

todo mi ser en sufrimiento batalla;

con la horrible pasión que en mi interior estalla…

Esto siempre me pasa al recordar la dulzura

de aquella tierna y amorosa criatura,

pero al fin matare la pasión descrita,

calmando el dolor que ha mi interior agita.

 

 

                       XVI

 

Tiendo luego, a otro horizonte la mirada

encontrándome solo en la casa abandonada;

mis ojos en el pálido confín divisa,

el raro fulgor de un lucero agoniza…

Bajo mi techo que jamás se alegra,

espero las horas de la noche negra,

entonces; bajo la luz de un lámpara que oscila,

me enjugo a solas las lagrimas de en mis pupilas.

Queda así entonces, mi historia definida,

en las que pasaron tres años de mi vida…

Toda la historia esta escrita en un papel que se a perdido,

y así quedara sosegada en el olvido…

todo es como sueño que la mente no recuerda,

como nota que al violín, -arranco la cuerda-.

Todo paso como pasa un  sueño,

yo sigo solo ella tiene su dueño.

 

                        XVII

Después de tantos años de amarla con pasión,

ni tiemblo, ni suspiro, ni palpita el corazón;

de aquel amor que acabo con mi existencia,

para mi siempre se perdió, liberando a la conciencia…

Murió para siempre la pasión oculta,

 que pocos descubrieron por ser tan culta.

Al pasar junto a ella y dirigirle la mirada,

puedo comprobar que ya no siento nada;

¡aunque siempre recordare que con locura la ame,

Y no supe retenerla y por eso se fue!...

Ella al verme, en su mente dirá; quizás…

Para el fue mi amor y no lo tuvo jamás…

Ahora los dos caminamos distintos caminos,

no se si fue culpa mía o lo quiso el destino;

y ya para que seguir con esta historia,

perturbar el pensamiento, esforzar la memoria,

todo esto lo tomo como algo que he soñado,

y punto aparte; la historia se ha acabado.

  • Autor: David Goya (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de agosto de 2011 a las 22:34
  • Comentario del autor sobre el poema: en lo personal pienso que es el poema mejor inspirado
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 34
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Comentarios +

Comentarios2

  • David Goya

    gracias por dedicar tu tiempo a leer mis poemas abrazos a la distancia

  • Uziel

    Que bellisimo, sinceramente me quedo admirado a tan grata revelacion de tu inspiración.



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