Es una de esas noches en que por más que trató de conciliar el sueño pareciera que éste más se escapa de mí. Y es así como los minutos y las horas van pasando y comienzo a caer en un sopor de semi-inconsciencia, ya no se escuchan los autos que pasan por la avenida que está cerca, ni escucho aquel perro que por alguna razón ladra rítmicamente, sin parar. Caigo en ese extraño estado en que no estoy dormido, pero tampoco estoy despierto y mi mente comienza a divagar por extraños pensamientos, recuerdos, sueños o hasta en contarme una historia.
Ahí estaba, como tantas otras noches, en ese extraño estado donde mi mente inconsciente le comenzaba a contar una historia a mi mente consiente que ojalá después pudiera recordar como para escribirla, solo escuchaba el reloj que avanzaba y esa voz mía que narraba un capítulo más de ese Libro que nunca he empezado a escribir. De pronto, a lo lejos escuché un sonido que me era muy familiar, era un ruido casi imperceptible, un susurro o acaso solo un sonido evocado de mis recuerdos?
Así fue como ese susurro me volvió a la realidad….. Al menos eso creía yo, pero mi realidad era muy distinta ahora, ya no estaba en mi cama, pero sí era mi cama, mi cuerpo la reconocía como tal pero ya no era la misma, ya no estaba en mi pieza, pero si era mi pieza, los patrones de luz que entraban por la ventana eran distintos, el aire olía distinto, era como…… más delgado.
Y aquel ruido que me trajo hasta acá se escuchaba ahora con más claridad y sí que conocía ese ruido, era el eco del rugir de los motores de dos locomotoras Diesel que venían llegando con su traqueteo metálico y transportando su preciada carga, el silbato anunciaba su próxima llegada, aunque no era necesario, tal vez porque en el silencio de la noche todos podíamos oír sus motores…… ¿¿?? …. Pero ¿de qué estoy hablando? ¿Locomotoras? ¿Silbatos?.
Decido bajar de la cama y asomarme a la ventana, pero al poner los pies en el suelo volví a sentir ese piso helado que las noches de invierno de mi niñez era imposible tocar sin zapatos o algo que protegiera los pies, sin demora vuelvo a refugiarme en esa cama tan conocida para mi espalda, pero que ya no era mi cama, era solo un recuerdo de mi niñez, en esa cama con somier metálico y colchón de lana y las sábanas de saco de harina que abrigaban como ninguna otra me a abrigado nunca.
Miro por la ventana y veo como la luz de aquel poste entra por ella, es una luz verde azulina producida por la ampolleta de mercurio que usaba, no es esa luz media anaranjada de los postes de hoy en día, lo veo y me sonrió recordando como las noches de invierno dejaba la cortina de la pieza levemente abierta para ver si es que se ponía a nevar durante la noche, ese sí que era un espectáculo, la nieve cayendo durante la noche y juntándose, cubriendo todo de ese helado manto blanco.
Finalmente decido ponerme de pie y aguantar lo helado del piso de flexit negro que mi madre se esmeraba por mantener brillante, sin mucha ayuda de mi parte pues siempre al llegar dejaba muy marcadas mis pisadas. Todo está oscuro pero no enciendo ninguna luz, no la necesito, siento frío, mis pies están helados, pero me gusta sentir ese frio nuevamente en mis pies y salgo de mi pieza para enfrentarme al pasillo, a mi derecha está la pieza de mi hermana, entro en ella y veo en la tenue luz la repisa con sus muñecas y su cama vacía, me parece escuchar su voz gritándole a mi mamá -¡mamá, mira este cabro pesado me está molestando!- y me da risa de pensar que eso lo hacía aunque yo no la molestara y a lo lejos escucho la voz de mi madre diciéndome –deja de molestar a tu hermana- y veo la mirada picara de mi hermana burlándose silenciosamente de mí.
Salgo de ahí para entrar en la pieza de mis padres, perfectamente ordenada, sus cortinas celestes están cerradas y sobre una vieja mesa de madera está el televisor, sigo mi recorrido y al volver al pasillo rozo ese espejo delator que una vez mi madre hizo con láminas de cobre, nunca supe si era un sol o una flor, pero siempre me delataba en las noches cuando llegaba tarde y trataba de pasar a mi pieza en forma inadvertida, pero bastaba un leve roce de sus laminas para que sonara y en forma inmediata escuchaba la voz de mi madre diciéndome -¿cerraste bien la puerta? ¡Mañana vamos a hablar!-
Avanzo un poco más y a la izquierda me encuentro la puerta de la cocina en ella veo la mesa que por tantos años nos acompañó y sobre ella veo una bolsa que no necesito abrir para saber lo que hay en ella, son dos panes que cada noche mi mamá dejaba preparados para que mi papá se llevara al trabajo. En un rincón está el viejo refrigerador de una puerta marca PHILCO y sobre él una canasta y un sartén con tapa donde había mil cosas.
Ya casi nos siento mis pies, están muy helados por el contacto con el frio piso y mi nariz está muy helada al igual que todo mi cuerpo, salgo de la cocina por la puerta que da al comedor y en forma instantánea siento un aire más cálido, un calor, es la estufa a leña que está encendida, que bien se siente estar junto a ella nuevamente, comienzo a sentir mis pies nuevamente y mi cuerpo recupera su calor, miro a mi alrededor y en la penumbra veo las cortinas salmones y desteñidas por los años y en el living los sillones rojos y el sofá donde en invierno dormí más de una siesta aprovechando que le llegaba el sol, más allá está el televisor en colores marca KOLIN, que una tarde de 1978, mientras Chile jugaba una final de la Copa Davis mi papá trajo a la casa.
A lo lejos escucho el silbato del tren, ya está llegando a la estación y algo me dice que debo regresar a “mi pieza, a mi cama” no quiero hacerlo, no quiero dejar de sentir el calor de la estufa, se esta tan bien ahí, pero la tenue luz comienza a desvanecerse y ya casi no distingo la repisa que esta sobre el sofá y en ella los 15 tomos de la enciclopedia BARSA BRITANICA con su encuadernado rojo, con la que tantas tareas y trabajos de investigación hice y la que leía solo por el gusto de hacerlo, también veo los 5 tomos de una antigua edición de “Adiós al Séptimo de Línea” y recuerdo los casi dos años que me demoré en leerlos y como me molestaban mis hermanos, pues según ellos ya me estaba transformando en un soldado del Regimiento Esmeralda.
Ya casi no queda luz y regreso a mi cama, rozando una vez más el espejo delator, pero esta vez no escucho la voz de mi madre, a lo lejos escucho como el tren reduce su marcha, sin demora entro a mi cama con sábanas de saco de harina, ya no siento frío, aun siento en mi cuerpo el calor de la estufa a leña. La luz se ha extinguido completamente y un sopor me invade, a lo lejos escucho el último pitazo del tren y después ya no siento nada.
Al abrir los ojos nuevamente estoy en mi pieza en Antofagasta, ya es casi de día y en unos minutos más debo levantarme para ir a trabajar, no quiero levantarme y me dedico a escuchar el silencio de la mañana, puedo escuchar el mar que esta agitado y uno que otro auto….. y de pronto a lo lejos escucho el ruido del tren y un silbato, que en forma instantánea me trae a la memoria el extraño sueño de la noche y me pregunto si fue un sueño o realmente estuve ahí, en mi casa de la niñez, en mi querido y recordado Potrerillos.
- Autor: ivcogo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 14 de agosto de 2011 a las 11:19
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 38
- Usuarios favoritos de este poema: PILAR Y POESIA
Comentarios3
Amigo mio,los recuerdos,ya sean buenos o malos,siempre vienen y van como el tren que usted describe,es la vida y sus contratiempos,la que nos da y nos quita,un abrazo
Fascinante relato o reminiscencia en realidad es lo de menos, la verdad es una pieza de delicada narrativa que tiene la magia suficiente de transportar al lector a aquella casa que describes casi pude sentir tu frio y tocar tus recuerdos. Felicidades vale la pena leerlo.
Un abrazo
Ivo, creo que eres mejor escritor de lo que crees....
realmente un relato que te lleva desde la primera línea hasta el final, no das la oportunidad de dejarlo para más tarde, la magia de tus palabras consumen tu lectura como una vela extinguiendose en un atardecer.
recibe mi cariño y felicidades.
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