El llanto no es de cobardes

Si de los ojos de un hombre, ves gotas claras bajar,

no creas que son de lluvia, o  su copioso sudar;

no estamos hechos de acero ni en el pecho hay pedregal,

y si las penas nos llegan también podemos llorar.

Cuando el corazón nos late, por amor o por penar,

tiende alterar el ritmo de su humilde palpitar;

y si no lanza su grito para poder desahogar,

nos revienta dentro del pecho por no poder soportar.

El llanto no es de cobardes como se suele pensar,

tiene varias emociones por la cual  puede escapar,

no importa si es alegría, la tristeza o algo más,

pues del coraje de un hombre todo se puede esperar.

Si un hombre ve de otro hombre, algunas gotas bajar,

no debe burlarse de éste porque lo ve lagrimear;

la burla se va en el viento y a ti te hizo alegrar,

pero en cuestión de segundos también te puede pasar.

No es el hombre quien llora, cuando surge la ocasión,

sino por su sentimiento que nace del corazón;

y que los hombres no lloran es un dicho sin razón,

y quizás el que lo dijo, para que no lo vieran,

se escondía en un rincón.

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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita