1
No fue tuya la idea,
ni tampoco
te explicaron que estabas tomando un autobús para turistas
y era parte del rito detenerse a mirar escaparates
o subir sin paraguas en las montañas rusas,
no señor,
a ti no te advirtieron de que cada minuto hacía clip un gatillo
y se ahogaba un guiñapo en una taza de té,
de que al amanecer
nunca estaban abiertos los colegios mayores ni gabía nadie
durmiendo en los pupitres.
A ti
te han vendado los ojos y te han puesto en las manos los cilicios
de algún taxidermista, te han contado
mil historias de magos que escribieron tu horóscopo y pusieron
un candil en las nubes
por si un día
te acostabas temprano y decidías probar si la textura de un sueño era algo así
como una cita a ciegas con la vida,
y de pronto, sin más, se te encontraba
fusilado en el bosque.
No fue tuya la idea, pero tú
te negaste a entender por qué se cierran con yeso los moteles para hacer el amor,
por qué en invierno la muerte nos llega una hora antes
y no hay tiempo
para cerner las dudas ni escoger el color de las palomas
que te vas a llevar en tu equipaje.
2
Te propongo
que hagamos del amor una cosa sencilla,
algo así
como un desangramiento sin cortarse las venas
o esperar a los ovnis navegando en un barco de papel,
te propongo romper en mil pedazos la mesura del mundo,
desandar las cautelas y empezar desde hoy mismo
simplemente
a mirarnos a mano,
a querernos a tientas y si hay pájaros
a besarnos a oscuras,
así, tal que un venero,
una brizna de hierba o el claxon de la luna.
No hay nada que merezca la pena si no cabe en un cestillo de mimbre,
nadie que nos obligue a ser otro o que nos muestre
yacimientos carnales donde el tiempo esté libre de pecado,
seríamos no más, aprenderíamos
a ver en la cintura de un junco la inocencia inicial de los minutos
que retornan de nuevo,
seré cisne,
serás mujer ternura,
la forma más sencilla de que cada mañana nos sorprenda
la nieve en calcetines.
3
Aquí estaba la casa
(entonces no sabíamos que la casa también eran los miedos,
las macetas ungidas al verano
y el jabón de la madre),
y al fondo,
como un secreto a voces,
el cielo a ras de tierra, el huerto y más allá
las ciudades sin nombre.
(Entonces casi todo lo ignorábamos,
las mañanas olían a almidón y las plegarias, ingenuas,
derretían las nubes).
Y aquí estaban también como a escondidas
la inocencia en el hielo y las pasiones más íntimas,
el padre sobriedad y las abuelas ternura,
aquí
donde ser niño
era un día de fiesta con vencejos y amarlos
y era amar la arboleda y no creer en fantasmas que llegaran a viejos
y era amar otros brazos que alargaran los tuyos.
Ya sé que he regresado de nuevo hasta estas lindes de la luz insegura
con el tiempo acotado en una suma de instantes,
que he llegado hasta aquí porque no hay nada en el mundo
que se pueda oponer a que uno muera en su casa,
con sus miedos,
junto al fuego extinguido y sin pactos terminales,
sin paraguas ni adioses obligados.
4
Qué importa que no seas
la mujer más hermosa de este mundo,
la Danae de Rembrandt, la Eurídice de Orfeo,
ni esa estrella de cine que aparece en las revistas de moda,
no eres bella ni fea,
no eres flaca ni vieja, ¿qué más quieres?
Qué importa que no tengas un estudio en la playa,
un Rolls Royce en la puerta,
un perro que te lama las ingles cuando truene
o un amante en inglés,
tú perteneces
a esa clase de gente que respira sin prisa y sobrevive
en tiempos de escasez,
¿qué más anhelas?
Y qué importa además si no frecuentas restaurantes de lujo,
si no llevas suavizante en el alma,
si te lloran los ojos cuando entierras un beso,
si al cruzar los semáforos te acontece un temblor,
tú
que has sabido entender que los acuíferos manan sin permiso de nadie
y que no hay arrecifes tan abruptos que lleguen a las nubes,
tú eres como el agua,
transparente y sencilla como un día de pascua en que los árboles
se estiran como islas,
eres como de cuento,
como acequia sin bordes, como azul
de una llama que acaba de encenderse,
¿qué importa que no seas la mujer más hermosa del planeta?
5
Este esperar a solas
mirando cómo nada en un charco la tristeza,
¿tiene nariz y ojos,
suficientes razones para hacer del paisaje un dios a la deriva?
Este esperar a solas sin saber que te mueres y que llevas
toda una eternidad entre las manos,
esta melancolía que a la luz de una vela tiene nombre de pez,
¿es capaz de escribir sólo una página
sin aullidos de lobos,
sin puertas mal cerradas?
Y este esperar a solas sin emprender la huida
¿en qué carne menguante se hace árbol,
en qué rostro desanda los abismos de un hijo no nacido?
Hay quienes confunden las imágenes lúdicas
con un sueño de ayer,
hay quienes se empeñan en decirnos que la muerte
no es sino un nacer fuera de tiempo
y que por tanto
no merece la pena desvelarse, andar deprisa,
macerar con aceites la conciencia,
¿para qué?,
si esta espera es un signo indescifrable,
preocuparse por algo es el absurdo.
6
Yo pinté a una muchacha con el rostro de arroz,
la dibujé invisible,
así,
como de tarde o tal vez como de espuma,
la imaginé en las notas de una canción perdida
y de pronto pensé que debería obligarla a decir algo,
por ejemplo,
a darme una opinión sobre los árboles,
a hablar de la distancia entre la sed y el amor.
Pero tú no eres ella
y aunque lleves su nombre no eres ella,
aunque beba en tus pechos y acaricie tu sombra no eres ella
ni eres una palabra
porque nunca un vacío se ha podido colmar de mil palabras.
Es preciso
que miremos las cosas fríamente,
la luz invade el patio y ya no es tiempo
de tener en secreto los vinos del milagro,
debemos entender que se han quedado obsoletos nuestros sueños,
que vivir sólo ha sido una metáfora más o menos difícil
y ahora el mito es arcilla.
Las muchachas de arroz son las enaguas escuetas del paisaje,
tú el fulgor de las islas,
las muchachas de arroz son los caireles de un verso
y el último reducto de una orfandad inhóspita,
tú la mujer,
la madre.
7
No sé por qué razón, pero adelgazo
y me crecen las uñas,
me arrepiento de nada y sale el sol,
y si pido agua fresca
oigo al viento cruzar por los helechos:
debería pensarse si el dolor de las piedras predice un terremoto,
si el soñar con palmeras eunucas es la causa
de que duerman sin sexo los armarios,
de verdad,
no lo sé,
ni consigo entender por qué a las horas en punto
me supura el reloj, por qué no puedo
nombrar a los guijarros por su nombre de pila sin que anuncien
cocodrilos las manos
o por qué
cada vez que acudí a una cita a ciegas
apareciste tú.
8
Será ella,
la única segura,
inexorable,
y tú serás apenas la mitad de quien eres esperándola,
serás medio pulmón o la mitad de tu estómago,
serás acaso algún músculo que no quepa en tu cuerpo,
vendrá como ella quiera
de golpe o de puntillas, callada o anunciándose,
y tú no lo sabrás:
puede hacerte esperar o estar a punto de nieve entre tus cejas,
puede hacerse la loca agazapada en tus muebles
o esperarte a la puerta,
ser la bola de fuego de un avión que revienta
o el fatal desenlace de un error terapéutico,
para el caso es igual,
lo que aborrece
es causar desazones y esperas angustiosas,
por eso en muchos casos se comporta
de una forma especial:
una noche te acuestas y de pronto ella llega y tú no sabes
quién es, pero te abraza
y al calor de sus brazos te duermes para siempre.
9
Cuando nadie sea nadie y las medusas no acepten la vorágine
de las fosas comunes,
cuando nadie se hospede en los hoteles que fundaron los tímidos
y estén llenos de chinches los colchones
donde duermen de gris los diplomáticos,
cuando nadie sea nadie y ya no tengas
sombrero que ponerte ni mortaja que ahorrarte
y no existan
concubinas que atiendan recepciones de tirantes elásticos,
entonces
¿qué hacer de los legajos que custodia en su calvicie nasal el archivero,
qué hacer de los megáfonos que ahuyentan
en columnas de humo
los rumiantes olores de conciencia?
De nada habrá servido que los viejos murieran aclamando
la igualdad de los soviets,
de nada que aprendieran las viudas a salir a la calle sin llevarse hasta el mar
los quitasoles,
todo se olvidará
y acaso queden,
como huellas de sal, los urinarios y unas cuantas dentaduras postizas,
quizás alguna hiena
si es que puede vivir alimentándose
de las heces que fuimos ocultando en ataúdes de plata.
y 10
Existen muchas muertes que nunca aprenderás
porque siempre tuviste alma de niebla y te vendaste los ojos
para sobrevivir
como existen mil formas de vivir que no levantan sospechas
y mil formas de amar sin que te embarguen las alas
tus ángeles gemelos.
Pero debes saber no es posible aspirar a que la noche y la aurora te hagan libre
si no vienes a expensas
de un dolor descendente o del cilicio
de un exilio de Dios.
Lo bueno de la muerte es que no acepta componendas de nadie
ni es proclive al equívoco,
lo bueno es que está exenta de mendigos incómodos
y astronautas efímeros:
son muertes preventivas,
incipientes,
madrugadas de amigos que nos tienden la mano y está fría,
purgatorios que no usan albornoz ni se despeinan al meterse en la cama,
turistas que se frotan los ojos, beben agua de grifo y promocionan
pantalones tejanos.
Y es que hay gente que ha muerto de muertes que no sabe y se imagina
que oye música hindú,
gente que cuando sale a la calle toma coge un taxi
y usa preservativo,
son aquellos
que a escondidas se citan con los taxidermistas
y no encienden la luz para no ver
quién se acerca a su tumba.
- Autor: Vicente Martín Martín ( Offline)
- Publicado: 1 de octubre de 2011 a las 13:47
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 443
- Usuarios favoritos de este poema: Sophia Sea, Cristina Cristina, Melba Reyes A.
Comentarios3
Muy bello tus poemas ,como despojarse en cada uno de ellos de una historia de una pregunta, de la que igual no encontramos respuesta.
Un abrazo
Me cautivan tus poemas, poeta extraordinario.
"Qué importa que no seas
la mujer más hermosa de este mundo,
la Danae de Rembrandt, la Eurídice de Orfeo,
ni esa estrella de cine que aparece en las revistas de moda,
no eres bella ni fea,
no eres flaca ni vieja, ¿qué más quieres?
Qué importa que no tengas un estudio en la playa,
un Rolls Royce en la puerta,
un perro que te lama las ingles cuando truene
o un amante en inglés,
tú perteneces
a esa clase de gente que respira sin prisa y sobrevive
en tiempos de escasez,
¿qué más anhelas?
Y qué importa además si no frecuentas restaurantes de lujo,
si no llevas suavizante en el alma,
si te lloran los ojos cuando entierras un beso,
si al cruzar los semáforos te acontece un temblor,
tú
que has sabido entender que los acuíferos manan sin permiso de nadie
y que no hay arrecifes tan abruptos que lleguen a las nubes,
tú eres como el agua,
transparente y sencilla como un día de pascua en que los árboles
se estiran como islas,
eres como de cuento,
como acequia sin bordes, como azul
de una llama que acaba de encenderse,
¿qué importa que no seas la mujer más hermosa del planeta?"
🙂
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