Pero haber, cuénteme otra vez, repita de nuevo su historia, ¿Por qué dice que está usted aquí? Si es usted quien dice ser ¿no debería estar en su casona, esa de ricos? ¿Por qué dice que está huyendo? – quién hacía estas preguntas era un hombre algo viejo, más bien como curtido por el tiempo y por el sol, con la ropa desgastada y sucia, y un par de tenis, de esos que parece que estuvieron y en el basurero un buen rato, y tal vez así había sido antes de ser encontrados por aquel hombre cuya barba era de esas a medio podar, de esas, que son fácil comparar con un campo de espinas. Mientras tanto una sonrisa se medio asomaba de la cara cansada de su recién llegado compañero.
Era una temporada nostálgica, otoñal, con un aire húmedo, de hecho llovía un poco; apenas era suficiente el pedazo de caja sobre sus cabezas para cubrirse de la lluvia, mientras seguían sentados en el callejón donde se hacían compañía aquel par de sujetos, que en realidad parecían de mundos diferentes, la escena se tornaba en momentos bizarra, pues quien tenía que responder ahora era un tipo de saco y corbata, su atuendo era “finísimo” según pensaba el vagabundo, pero algo sucio como si hubiera estado haciendo ejercicio con lo que llevaba puesto. Pero la historia confirmaba que era algo más serio que una maratón matutina.
Y aunque ya había escuchado la historia aquel hombre curtido, quería según su curiosidad reafirmar lo que ya había escuchado, así que insistió de nuevo – por favor cuénteme de nuevo su historia, no se escuchan cosas como estas todos los días, y mucho menos viniendo de personajes como usted. Le decía con los ojos bien abiertos, como si no quisiera perderse el momento en que abriera la boca para relatar de nuevo lo que le había ocurrido apenas unas doce horas atrás.
Por fin y no teniendo otra opción el encorbatado decidió volver a recordar lo que ya había contado hace unos minutos – Se lo contaré de nuevo, pero será solo esta vez y ninguna vez más, entienda para empezar que yo no quería hacerlo, y que me arrepiento de lo que hice, pero ¿Qué más podía hacer? Cuando la temperatura en el cuerpo venada los ojos y termina con la cordura se acaba el mundo y vuelve a empezar. – El vagabundo que era un total desconocido se acomodó para escuchar mejor y corroborar la misma historia, la misma versión, una vez más, para deleite de su pura curiosidad.
Verá, he intentado ser un hombre de bien y he intentado hacer todo cuanto he podido para tener las mejores comodidades, es por eso que me he esforzado por hacer crecer los negocios y las empresas que he adquirido, todo con puro y mero trabajo; mucho esfuerzo ¿sabe? Pero, claro también he pensado mucho en mi familia, que no puedo dejar. Y aunque mi familia solo era mi esposa, he intentado de verdad hacer todo cuanto he podido porque ella esté bien. En ese momento se le quebró la voz como si se hubiera atragantado con una pequeña semilla, pero continuó. – Es que ella me amaba tanto que no podía soportar la idea de perderme, quien diría que esa inseguridad acabaría con su vida.
Sonreía de nuevo el empresario, pero con un halo de tristeza en su mirada que se perdía en la pared de enfrente. – El amor siempre estuvo presente cada día de nuestra relación, al menos eso era lo que yo creía, pero ahora no sé qué creer; ahora que lo pienso mejor, siempre había algo de esa desconfianza infantil, y admito que al principio me parecía agradable, es como que te sientes seguro por la desconfianza de tu pareja, como amado, ¿me entiendes? No tú qué me vas a entender; en fin, lo que quiero decir es que después de un tiempo su desconfianza se tornó un poco más obsesiva, la cena era una lluvia de preguntas y respuestas, siempre las mismas preguntas y siempre las mismas respuestas; y ya empezaba su famoso interrogatorio que ¿Dónde estabas? Que ¿Qué estabas haciendo? Que ¿Con quién? Y todas las demás preguntas que parecen de interrogatorio policiaco. Viéndolo bien tal vez su madera era la investigación. – Decía el en un tono de humor negro que no alumbraba su mirada y siguió con el relato. – Como sea, siempre terminaba en una pequeña discusión y nada más, al menos en los primeros años pero debí haberlo visto venir, los últimos meses era el rutinario interrogatorio, la rutinaria discusión y la no tan rutinaria despedida de la cama que me hacía acompañar el sillón de la sala.
Pero jamás intenté pelear con ella, es por eso que siempre regresaba con algún regalo a la tarde siguiente, odiaba el hecho de saber que mi esposa estaba enojada conmigo, por alguna razón eso siempre funcionaba, pero apenas pasaban dos o tres días y era el mismo circo. Aun no puedo creer que ella creyera siempre lo mismo de mí. ¿Qué quería entonces? Si mi vida era solo ella y nada más. Solo quería que fuera feliz a mi lado ¿por qué tenía que hacerlo? ¿Acaso era tanta la desconfianza? Como sea aún recuerdo cada momento, cada segundo de la tarde de ayer a las siete, la hora en la que siempre llegaba. Parecía un día normal, de esos en los que llegaba de la oficina y ella me recibía con algún reclamo absurdo y a cenar, al día siguiente tal vez la llevaría a cenar fuera o quizá sería mejor traerle ese par de botas que sabía que le habían encantado, y eso sería suficiente para acabar con la disputa.
Pero admito que cuando llegue había algo diferente en la casa, sentía algo extraño en el ambiente, yo no sé mucho de eso, pero ¿será eso a lo que la gente le llama presentimiento? Tal vez si, tal vez sabía que algo estaba a punto de ocurrir, pero como siempre intente olvidarme de lo que siente y me ocupé de lo que se sabe que es, o de lo que es lógico, ¿Quién pensaría que terminaría huyendo?
Al entrar de inmediato comenzaron los reclamos, otra vez era algo nuevo, algo diferente, la rabia de sus ojos era endemoniada, me miraba de una forma como jamás antes lo había hecho, como con desprecio y furia. Pronto descubrí que no estaba equivocado y que mi “presentimiento” tampoco lo estaba; aunque habíamos discutido muchas veces con anterioridad, jamás habíamos llegado a levantar un solo dedo en contra del otro, pero esta vez me atacó con tanta furia como si quisiera arrancarme la cabeza de un solo golpe sobre mi cara, no es que yo sea tan débil, pero simplemente no me lo esperaba, ahora sé que una mujer enojada es peor que un asalto por la calle a media noche.
Con la intención de relajar mis pensamientos me dirigí a la cocina, ¿pero por qué diablos tenía que seguirme? – Relataba con la misma tristeza, pero ahora la profundidad de sus ojos era como de más deleite por el preámbulo de lo que estaba por venir como con algo de locura. –Seguía sobre mí, gritando alaridos, haciendo las misma preguntas, pero ahora había algo más, de nuevo todo parecía extraño, porque ahora afirmaba que yo tenía encuentros con alguien más, una mujer de tal estatura y tal apariencia, como si yo fuera a ser capaz de hacer algo así con la única familia que tengo, pero aun así me lo restregaba en la cara. Si intento recordar un poco más ahora que estoy tranquilo casi la puedo ver ahí, frente a mí, pidiendo explicaciones que no existían, y ahora reclamando que ella me había entregado los mejores años de su vida, y que todas las sospecha que siempre había tenido sobre mi resultaron ser ciertas finalmente, y que ella era una estúpida por haber, según ella, confiado en mí todo el tiempo que estuvimos juntos, pero que ahora todo lo veía claro y que ahora todo terminaría, que ella se iría y que todo era mi culpa, pero ¿Qué culpa tenía yo, la de intentar ser el mejor esposo? Sinceramente no entendía de lo que me hablaba, era como si su idioma de pronto cambiara y se volviera diferente al mío.
De ahí en adelante los detalles son tan precisos, y son justo como los describiré ahora; estaba yo ahí delante de ella, dándole la espalda, apoyando mis manos en la barra de la cocina, mientras escuchaba repetidamente mi nombre, lo gritaba intentado no sé qué, como si quisiera que respondiera a todas sus preguntas y acusaciones, quizá quería que tratara de defenderme, pero ¿de qué? Era completamente inocente, pero eso no era lo que ella quería escuchar, por que para ella yo era el más culpable de todos los culpables. En ese momento las sensaciones que tuve son difíciles de describir, aunque las recuerdo plenamente, no sé si puedas entender lo que sentía justo en ese momento. De pronto sentí mi cuerpo pesado, con una carga inmensa que tenía que soltar de alguna manera, mi ambiente comenzó a deformarse en una distorsión abrumadora, y sus palabras solo dejaron de resonar tan fuerte en mi cabeza, las escuchaba en un vacío, a lo lejos, pero la desesperación en lugar de disminuir aumento y el peso que sentía en un principio se hizo de alguna manera más pesado.
De pronto aquel hombre fino cerró la boca, guardo silencio y observaba el piso con incredulidad, volvió la vista y se encontró con la mirada del vagabundo, y dijo con una sonrisa casi diabólica en el rostro. – Creo que lo disfruté. Solo cerré los ojos y cuando los abrí ya no era yo, pero sí lo era, tome lo primero que encontré, creo que era el cuchillo con el que había preparado la cena o tal vez solo estaba ahí porque sí, ¿Qué se yo? Solo sé que lo apreté fuerte y al momento de voltear me abalancé sobre ella, ¿sabes que se siente cuando un cuchillo atraviesa la carne de una persona viva? No sé cuál es la sensación física, pero si se cuáles eran mis sentimientos, era como sentirse Dios, es tener la vida de alguien más en tus manos, admito que lo hice en muchas ocasión, lo suficiente como para de pronto tener un simple cuerpo sin vida sobre el piso recién lustrado de la cocina.
Pero la sensación que se siente después de eso es completamente diferente, despiertas del sueño y es como una pesadilla, ¿supongo que tampoco sabes lo qué es tener el cuerpo sin vida de la mujer que amas en tus manos y mucho menos sabes qué se siente saber que tú fuiste quien le ha quitado la vida verdad? Se siente como un vacío muy profundo, pero es más bien como si tú mismo fueras el vacío. Justo en ese momento no sabía qué hacer, me sentía culpable por haber asesinado a mi esposa, pero al mismo tiempo liberado de aquel peso que se había apoderado mi cuerpo. Recuerdo que me levanté del piso de donde estaba tirado y voltee hacia la mesa, ahí estaba su bolsa de mano, desconozco por qué, pero me dio curiosidad saber qué es lo que había ahí dentro, así que acerqué mi mano pero me encontré con que ahora estaba muy nervioso, tanto que mi mano temblorosa no atinó a tomar su bolso, sino a tirarlo y fue algo absurdo lo que vi, un folder amarillo se deslizó de la bolsa, y del folder una manojo de fotografías se discurrían por sobre la mesa.
¿Sabes que es descubrir que el motivo por lo que has hacho algo negativo es una estupidez? Pues es precisamente así como te sientes, estúpido, sobre la mesa como cartas de póker veía fotografías donde era evidente que el protagonista era yo, y claro con una mujer que no era mi esposa y que además (simplemente con la intención de alagar) era una mujer hermosa, en un restaurant muy lujoso claro, de esos que naturalmente las personas como yo podemos visitar, pero no era mi amante, desde luego que no, era una clienta más de la empresa y estábamos cerrando un trato muy importante, pero ¿Cómo iba ella a saber que precisamente esa noche quería celebrar que el trato se había cerrado?
Casi me rio de la estupidez de las cosas, pero estaba nervioso y asustado, y en extremo deprimido, así que corrí, corrí tanto como pude hasta que de alguna forma llegue aquí y me encontré contigo, alguien a quien no le importa mi vida en lo másmínimo y a quien le puedo decir todo esto porque no le importa lo que me suceda de aquí en adelante. El resto de la historia ya lo sabes estoy aquí desde entonces.
Había dejado de llover y el silencio se hizo en aquel callejón, el vagabundo tenía los ojos más abiertos que cuando su “amigo” había comenzado a contar de nuevo su historia, estaba sorprendido por que la había contado de forma diferente, tenía la boca abierta y tan seca como si el hubiera contado todo, tal vez porque no le alcanzo el tiempo ni para respirar, así que su boca se secó. – Y ahora ¿Qué harás? ¿Por qué no vas con la policía y les cuentas las cosas? – Entonces el hombre de dinero volteo y con una sonrisa perdida y respondió. – Porque ellos no entenderán que yo no asesine a mi esposa, fueron sus celos, sus malditos celos.
- Autor: SirenoLuna ( Offline)
- Publicado: 17 de noviembre de 2011 a las 01:54
- Comentario del autor sobre el poema: Cuento que hice hace mucho tiempo, aunque en ese momento no había ningún tema en mi vida relacionado con él, creí que podría ser el reflejo de muchas personas, tal vez sin tanto drama, pero si son de algunas emociones con las que se identifica este sentimiento de una posible pérdida de la persona que amamos.
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 29
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