Te escuché padre,
charlar con la luna
y se iluminó mi noche
y se llenó mi alma,
de tu blanco afecto.
Dijiste te amo,
y la brisa mañanera,
refrescó,
mis nuevas alboradas.
Me hablaste en silencio,
mientras me mirabas
y tu amor se clavó en mi alma
con una espada de apego,
llegada del cielo,
que aún vive incrustada,
en mis viejas alboreadas.
Me dijiste ven
y corrí,
como un ciego,
en busca de la mirada
y sentí el calor del amor,
de tus manos grandes,
en mi pequeña espalda.
Y hoy llevó clavado en mi pecho
el negro amoroso de tu mirada,
el tango de tu vida
y el recuerdo,
que aún perdura en mi alma,
padre,
de que tú si me querías.
Y lloran mis largos años,
porque aún,
necesito de tu voz distante,
porque sé que tú,
si me amabas.
Padre este hombre cansado,
desde su dolida alma,
siempre te reclama,
padre resucita
y sé la luz infinita,
que ilumine mis añosas,
soledades.
- Autor: marco augusto (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 14 de diciembre de 2011 a las 10:49
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 39
- Usuarios favoritos de este poema: DAVID FERNANDEZ FIS
Comentarios1
Bellos y sentidos versos amigo,vaya a ti un abrazo a lo cubano y mi estrella
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