Morir de amor

Siento que el aire se agota. Quiero que se agote. Busco la luz en medio de la neblina espesa que me envuelve y no veo nada. Las sombras se aglomeran a mi alrededor, ennegreciendo el mundo. La oscuridad me sonríe en la noche, acechando a su víctima. Mi piel erizada, mis ojos alertas, la adrenalina en mi sangre causa estragos en mis ristmos cardíacos, presintiendo que el final se acerca. Escucho mi corazón acelerarse, como insitando a la muerte a su blanco. No hay nada má que hacer. La desesperación se ha apoderado de mí nuevamente. Mi condena ya está escrita, firmada por un pacto de sangre. Y sé que el tiempo se ha acabado cuando me siento ir. Me siento escurrir como una gota de lluvia alrededor de tu rostro, como las lágrimas salinas que me hiciste derramar cuando me dejaste. Me siento quemar como tus palabras ardientes cortaron mi respiración en tu partida. Me siento desvanecer como la palabra alegría fue olvidada al momento de tu adiós. Me siento vacía como mi pecho cuando te llevaste junto contigo mi felicidad y mi corazón latente. Ese corazón que ahora está frío y abandonado, desdichado por el cruel final de su existencia, su inútil perecer. Ya ni recuerdo por qué me deterretía ante el contacto de nuestro labios, ni por qué mi voluntad se dearmaba al encuentro de tu piel. He olvidado el sonido de tu corazón palpitando en tu hermoso pecho y la fragancia de tu piel impregnada en la mía. Todo ha quedado atrás ahora. Porque ya todo acabó. Porque este es el fin de una historia olvidada, de una historia vagabunda en busca de un adecuado final y de un espectador moribundo que muera en la triste soledad