Las Puertas

Puertas, sólo puertas que se abren y se cierran, a veces sin esperar si paso o si me detengo, sin tener que llamar a ellas, sin necesidad de girar pomo alguno. Las veo en todo momento, incluso cuando el delirio del opio se difumina y me muestra las paredes desconchadas de la casa antigua donde habito. Entonces grito, del dolor de la realidad. Pero sólo hay puertas por donde trato de llegar a un final que se hace cada vez más lejano.

He encontrado este lugar, en el cual escribo afirmado en una pequeña mesa, donde también hay un camastro, sitio en el cual  parece que antes viví. No lo sé con certeza. No tengo recuerdos ajenos a esta casa, sin embargo me siento viejo y cansado como si estuviese siglos y siglos en este vano intento de llegar a alguna parte, ensimismado en un objetivo que no puedo precisar y a ratos distraído, otros ratos tenso, otros momento sollozando, por las puertas que me invitan a pasar, que me llaman a atravesarlas y con  la tristeza de no saber el porqué. Este es un cuarto más. Como todos los que a diario me consumen. Uno, con diversas entradas y salidas. Siento escalofríos al contar esto. No podrán jamás entender esta angustia. No se para quien escribo. Las hojas parecen estar aquí en una espera que termina en este momento. No tienen membrete y son de un color amarillento, como si estuvieran esperando desde siempre que las manche con esta tinta que parece fosforecer en la penumbra de la habitación sin ventanas. En cualquier momento reiniciaré este deambular que me llevará de un lugar a otro, donde en momentos correré hasta caer agotado, acezante, transpirando de cansancio y de terror. He tratado de estrellar mi cabeza contra las paredes, para poner fin de una vez a esta situación insoportable. Pero, éstas son sólo puertas  que se abren a mi paso o se cierran, y entonces, siento unas ganas terribles de llorar.