Despacio, en silencio te pretendo,
harta del calor y de la ausencia.
Un pensamiento, loco, repentino,
desparramado, con olor a sangre,
pudriéndose entre arterias clandestinas.
Cubierta el alma de pus y de miseria.
Sola me encuentro,
a puerta cerrada, evitando el polvo, el bullicio,
el vendaval y la pupila curiosa del vecino.
Apenas si se siente el aire rozando las mejillas,
como un beso a la fuerza, obligado,
que deja los labios, el corazón y el alma herida.
Cómo cambiamos de repente,
quizá en una noche,
en un amanecer o en una tarde distraída.
Dónde fue a parar todo aquello que sentimos,
en qué rincón del corazón está olvidado, perdido
como chereque viejo que botamos
y un día de tantos nos damos cuenta que servía.
El corazón es un pozo profundo,
capaz de perdonar, de amar hasta la muerte.
A diario, a cada instante te pretendo,
eres como un suspiro, como el viento que se pierde.
Como una piedra, capaz de lastimar la piel
y abrir heridas que dejan cicatrices.
Despacio, el corazón en silencio te pretende.
Todo queda como antes con una soledad de cementerio.
Extraño tu mirar, tu abrazo fuerte, el beso repentino
y tu insaciable necesidad de estar conmigo.
Comentarios1
Mucha nostalgia en estos versos. Preciosos.
Un saludo
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.