DIALOGO I
Lo poco
que poseo
lo aprieto,
sin soltarlo,
por miedo
de perderlo,
sin mucha
ternura pero,
fielmente,
es mi antiguo
amor
por la libertad,
hoy está mejor,
mejor que ayer;
sin embargo,
de aquella vida
en común,
sólo me queda
el viejo sueño:
de que algún día
reemprenderemos
juntos el camino,
ayudándonos
mutuamente
a avanzar,
cayendo a la vez
y esperar, luego,
el momento
de reanudar
la marcha.
DIALOGO II
Lanzar al aire
una moneda:
Cara: el mar,
las voces del tiempo,
la memoria,
el camino,
el transeúnte y su escritura,
por todos lados, la música;
en el mar se está
a la intemperie,
se está en la imaginación,
en el futuro.
Cruz: la montaña,
el olvido,
la eternidad;
las esculturas,
los monumentos;
en la montaña
se construyen las casas,
la escritura, también,
pero, rupestre.
Cara o cruz:
La montaña está cerrada.
El mar, mar adentro.
DIALOGO III
Un hombre
y una mujer
sin darse cuenta,
van uno en dirección al otro,
por un camino sin setos,
ni vallas de ninguna clase,
en el silencio del amanecer.
Al acercarse, advertidos
por el ruido de los pasos
o por algún instinto,
levantan la cabeza,
observándose.
Pasan, lentamente,
el uno junto a la otra,
no se cruzan:
no se miran,
nada hace suponer
que se conociéran.
Luego, cada uno sigue su camino,
la mujer
en dirección a la ciudad,
el hombre
a través de las rocas hacia el mar.
Más tarde, cansados,
volverán sobre sus pasos.
(Es necesario saber detenerse a tiempo).
DIALOGO IV
a Máximo Valdivia
Habitualmente visito un árbol
que posee sólo una rama
de tres metros de alto,
el árbol proyecta una ligera sombra,
sostengo una gruesa cuerda
desde la rama, construyo un lazo,
subo hasta sostener la cuerda
sobre mi cuello, la tenso, respiro,
observo mis pies, mi sombra
unida a la del árbol,
permanezco allí, dudando, luego,
desato el nudo, libero la cuerda,
bajo, observo la sombra del árbol,
ligera, desnuda de mi presencia,
las sombras tienden a confundirse,
la vida, nuestras vidas, no,
o, tal vez, sí, y entonces mi vida
depende de la del árbol
y la del árbol depende de la mía,
y, si me cuelgo, definitivamente,
el árbol, bajo el peso de mi cuerpo,
perderá también la suya,
y el silencio, muerto también,
caerá sobre el espacio infinito.
- Autor: Antonio Vieyra ( Offline)
- Publicado: 5 de abril de 2012 a las 11:14
- Comentario del autor sobre el poema: Son parte importante de un libro inédito
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 81
- Usuarios favoritos de este poema: Rocío V-P.
Comentarios3
No he podido pasar de largo sin hacerte un comentario.
¡Impresionante!, creo que es la mejor palabra para definirlo.
Te felicito poeta
Muy bueno, te doy la bienvenida y que tengas mucho éxito con tu libro, y que pronto deje de ser inédito
Un abrazo de aeropuerto
Existencial... especial...
Rocio
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