VECCHIO INFERNO
Se arrellanó Mefistófeles en su trono,
impoluto mármol de esmeradas labores,
agrupó toda su conmiseración en los ojos
y, ruidosamente, eructó llenando la estancia.
El hombre, temeroso de liberar su mirada,
expuso su querencia de morar en los infiernos.
El retrato de un Fausto joven y apuesto
tintineaba con el estallido de los seísmos
lejanos, pero intuidos como atroces.
El endulzado calor de la tenue brisa
traía al hombre el sabor de algo conocido.
Prendió Mefistófeles un cigarrillo calmosamente,
diríase que meditaba arropado con parsimonia,
y consumió todo el tabaco de honda calada.
Tras de sí, ayudado por un transparente cetro,
descorrió unos purpúreos cortinajes de raso
que chirriaron como el aullido más lastimero.
El hombre, desconcertado, atisbó temblón
como su calle, su casa, su esposa, sus hijos,
actuaban, indolentes, tras el marco mostrado.
“Ven, alma mía, de regreso a los infiernos”,
musitó Mefistófeles, ofreciéndole el paso.
Y rió tan estruendosamente al techo
que tantas estalactitas purulentas llovieron,
que instaron al hombre a retornar al lienzo.
- Autor: Kabalcanty (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 12 de abril de 2012 a las 16:12
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 28
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