El oficio mas bello del mundo es ,
sin duda, enamorar genuinamente a una mujer
Ian Henry V
Te confieso que una secuencia larga de imágenes comunes y sensaciones prosaicas, rondaron mi razón al oírte decir Amor Prohibido. Sin embargo, tu risa de complicidad, acertó golpe de plomo a razón e imágenes, hundiéndolas en los confines de la lógica y la certeza (sitio común paraimágenes comunes).
Esa bendita palabra: Prohibido, se desolló ante el ardiente plomo de tu sonrisa, se cayó la coraza de asbesto y ladrillo tras la cual se resguardaba un lienzo. Encontré ese lienzo en tu vestido rosa (aquel de la foto) en él un boceto, paisaje de un paraíso en matices embravesidamente rojos y brillantes.
Era Septiembre, llovía. Tú, en un pedestal que al pie decía Rutina.
Tú vestida de heno y buganvilia con una mano extendida a la esperanza y la otra escondiendo un manzano. Tus piernas, bruñidas por el descaro del viento, firmes como el equilibrio del Olimpo, apenas entreabiertas, instigando al Sol guarecer su fatiga milenaria, resplandecían como anzuelo en el mar.
Tú, figura viva con brazos de Artemisa, candor de Dafnis antes del amor, y atracción de Venus en los ojos; Hice pausa en tus ojos; complicado elegir entre dos mundos tan similares: amplios , asertivos, vitales y luminosos como intensos. Tomé el camino izquierdo; la intuición de llegar a un cuarzo rojo para energizar mis palabras, me impulsó desde la entrada: espectro de un latir creciente, atractivo, que formaba ondas en cada punta de mi piel erizada. Extendí mi alma casi hasta romper sus hilos; abarqué cuanta pasión descubrí a mi paso, dejé huellas sin intención; tu pasión te hacía tan grande que no advertiste mi presencia. Retorné por el umbral de tu pupila derecha, tan grande como la energía que recabe del cuarzo. La palabra Amor fecundo la palabra Prohibido. Un cuervo rasgó las membranas del cascarón, el hijo de ambas reclamaba su nombre: Peligro. “¿No te parece Romántico?” Dijiste, acompañado de tu risa. El cuervo traspasó mi razón con las garras. Intensificó el rostro de tu pecho. Vi tu cabello volverse ríos; hice mis manos cause.
Un río más intenso amenazaba desbordar el monte del génesis. Colaboré con el encause de mis manos. El cuervo devoró mi cabeza, el pudor, el juicio, aquellos que comìan tus gritos, en la piedra del recato. Tus parpados cayeron como làpidas sobre tus ojos. Entregaste el manzano a la gubia que yo blandía para inmortalizar los sonidos de tu pecho en él. Abrazaste el arco de mi cuello. Con tu mano, satisfecha de esperanza, y tiraste de el, mientras comenzaste a cabalgar en el árbol de la vida.
Septiembre se hizo de cuarenta días y cuarenta noches; el filo de tus labios rompió mis besos en guirnaldas y coronaste tu vientre de ellas. El cuervo abrió tus ojos, delatò el secreto de tus pupilas, intensificó tu respiración agitada, llena de terror; no te enteraste que esa mirada vió el contorno del infinito en un instante; instante que supe eternidad, màs eterno que el presente.
Destruiste el pedestal, fue entonces que te hiciste presencia ante el primer día de octubre, principio de la estirpe nueva de amor prohibido.
Ian Henry V
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- Autor: Henry V (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de abril de 2012 a las 23:42
- Comentario del autor sobre el poema: sALUDOS GRETEL, SU LAS AMO DOND ESTAAAAAAAN
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 135
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios3
Sin embargo, tu risa de complicidad, acertó golpe de plomo a razón e imágenes, hundiéndolas en los confines de la lógica y la certeza (sitio común paraimágenes comunes).
muy bueno,...
UN BELLO COMPENDIO CULTURAL EN PROSA LITERARIA
SALUDOS
SI PUEDE VISITE MIS PÁGINAS.
allí estoyyyyyyyyy, sentada en la fuente de jade!
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