EXISTEN LUGARES QUE...

Existen lugares que a su entrada

rezan carteles que dicen:

“ Bienvenidos a equis,

abróchense los cinturones de castidad ”.

Allí jamás se leerán pintadas en las paredes tipo:

“ Todos a la huelga general " o “ Biba llo ”

sino otras de carácter más cruzado como:

“ Contra la satanización, ¡ sotanización ! ”

En esos lugares los alcaldes

colocan en las esquinas farolas

con luces antiputas

y los alguaciles suelen vigilar

que los zagales no invadan

las zonas dérmicas de las zagalas

más propensas a las descargas eléctricas

porque es necesario cortocircuitar el deseo

antes de que se vuelva una lúbrica epidemia.

Las casas suelen contener

un solo salón para machos

y una cocina  ex profeso para hembras

lo que me lleva a pensar

que únicamente se mezclan

para reñir y procrear.

Acuden puntualmente cada domingo

a la iglesia, esa lavandería industrial de pecados,

con la sana intención de informarse

no de si Jesús resucitó al tercer día

o si ascendió a primera división,

eso ya lo saben, escuchan la COPE,

sino de las últimas noticias chismológicas:

enfermedades, infortunios,

desenamoramientos,

caídas en desgracia,

preñamientos, obituarios,

y otras cosas de andar por casa,

comulgan más con el chisme que con la hostia.

 En sus ultramarinos

suelen venderse periscopios para

vigilar al prójimo,

córneas con visión nocturna

o pupilas fiscalizadoras de caricias.

Andar por la calle, besito a besito,

libremente con amor

es un asunto que puede dañar seriamente la ética

por lo que prolifera el onanismo,

el soliloquio sexual del solitario,

mientras las muchachas acorazan sus cuerpos

como ríos maniatados por el hielo

bajo la luz mesiánica de la luna beatísima.

Sus padres prefieren que se mueran de asco

antes de que vivan con vergüenza,

señaladas por las lenguas y los ojos

de sus impolutos congéneres.

Suelen ser lugares demográficamente diminutos,

pero sus aborígenes

acostumbran a llevar nombres larguísimos

como rosarios de letras

escogidos a conciencia

en la nomenclatura celeste

de la santología católica,

pues creen que el nombre protege al hombre

y le da cierta ventaja para ascender a los cielos.

Aquí, los relojes padecen esclerosis en sus minuteros

por lo que el tiempo anda en muletas,

escayolado desde la Edad Media para arriba.

Conocen los misterios del augurio,

tanto como los éforos de Delfos

y son capaces de profetizar, sin margen de error,

quienes ocuparán en el futuro

las poltronas municipales

y quienes picarán piedra hasta el fin de sus días.

La herencia del cargo es sagrada

pero también se transmite por genética

lo de ser mulo de carga.

Por estos lares se toman muy en serio

el mal de ojo,

el mal del viento,

el influjo de los astros,

el embrujamiento,

el más allá de aquí mismo

y la reencarnación de los muertos

por lo que, a la luz del día,

pueden verse brujas con escobas,

íncubos y súcubos trepando a las alcobas,

sátiros de cuernos luengos,

manifestaciones de almas,

y a Belcebú tomando un trago

en la mitad de una tasca.

En estos lugares los poetas son escasos

y los pocos que subsisten

se inspiran en suspiros y substancias

de una espiritualidad muy poco cartesiana,

de este modo trepan por la escalera de Jacob

hasta lo más alto de la Torre de Babel

mediante versos ora pro nobis

en consonancia sintáctica con el Te Deum

o con liras de lirios alelados

tan propensas a las odas a las rosas

y a las loas de las plumas de los pájaros.

Por lo demás, poca cosa,

una plaza, un juzgado, una iglesia,

un corsé para palabras,

un diccionario sin letras,

las ovejas con los lobos

y los lobos con sus lanas a la venta.

Los hombres beben y escupen,

las mujeres cosen y sueñan,

los perros ladran y duermen,

Los niños lloran y  tiemblan,

los muchachos tiran piedras al futuro

tan parecido a un carromato sin ruedas.

Yo conozco muy bien estos lugares:

nací en uno de ellos.