La invención

La cúspide de los sueños palpita sobre el aire, y del pecho de mis ilusiones se abre un hueco donde se queman los órganos marchitos, entre la asfixia del fuego y la respiración del humo. Así renacen las alas del alma parida ciega. Y yo, sin ser creador de carne o venas, nació de entre mis manos el cuerpo tendido de mi nueva inspiración.
Aquel numen, disfrazado de cabellos sueltos, ojos perdidos y un cuerpo bestialmente atrayente. Dominada dócilmente por la interacción de su torso contra el mío, se inclinó bajo mis ojos, escurriendo granos de arena -caliente-, y sudando saliva sobre mis rodillas. Tan pronto, yo he sorprendido a mis nervios, mirando las fieras que pulsan desde su corazón, devorado la miel de los instantes que se elevan hacia el vacío que puebla mi existencia.
Con las heridas hondas detrás de su cuello, supurando pequeños diamantes que van ahogándose entre la disolución de su pulcritud y la sangre fría sobre su piel..., suturé cada tejido de su alma, dibujando con la tinta de un pequeño dedo, las huellas de sus pies, aquellos que pisan con suavidad mi mente y patean con fuerza mis sentidos, dejando su ofrenda sobre la noche diurna de mi sombra...
hasta agotar su tristeza.
Y es detrás de sus labios, donde gritan y gimen las rosas secas que se cultivan entre las copas opacas que se sirvieron de un alcohol amargo, y de sus paladares que recorrieron ése sabor hasta disolverlo en su propia lengua; y aun así piden ser regadas con las lágrimas del falo solitario; inmaculado, alimentado tan sólo con los labiales rojo carmesí.
Ahora ya, con una sola duda en mi intrínseco pensamiento: ¿Eres un destino innato o una invención de creador desconocido? Pero bien, con una seguridad que alivia mi corazón: Eres, para mí, lo que han construido las piezas equivocadas de mis más profundos deseos; piezas que su defecto hace bellas, que trabajan juntas y simultáneas, hasta cobrarse sus monedas con tus caricias que cubren toda mi espalda.