Abrí la verja de hierro,
sentí como chirriaba, tropece en algún tronco
y miré una ventana encendida, pero la madrugada
devoraba las hojas y tú no estabas allí diciéndome
que el mundo está roto y oxidado. Entré,
subí en silencio las escaleras, abrí otra puerta,
me quité el saco, me senté, me dije estoy sudando,
comencé a golpear mi pobre máquina de hablar,
de roncar y de morir (tú dormías, tú duermes, tú
no sabes
cuánto te amo), me quité la corbata y la camisa,
me puse el alma nueva que me hiciste esta tarde,
seguí tecleando y maldiciendo, amándote
y mordiéndome
los puños. Y de pronto llegaron hasta mí
otras voces:
iban cantando cosas imposibles y bellas, iban
encendiendo
la mañana, recordaban besos que se pudrieron
en el río,
labios que destruyó la ausencia. Y yo no quise decir nada
más: no quiero hablar, acaso en el chirrido
de la verja rompí cruelmente el aire de tu sueño.
Qué importa entrar o salir o desnacer.
Me quito los zapatos
y los lanzo ciego, amorosamente, contra el mundo.
Fayad Jamís
- Autor: Poethas ( Offline)
- Publicado: 22 de mayo de 2012 a las 19:19
- Comentario del autor sobre el poema: Fayad Jamís Bernal (1930-1988), afamado escritor y artista plástico que desde niño es traído a Cuba desde su natal México. Desempeñó diversas labores, algunas de ellas relacionadas con el arte plástico, como dibujante operario en talla de cerámica y vidrio y restaurador de mosaicos en el Museo Nacional. Colaboró con periódicos y revistas, tanto en Cuba como en el exterior y trabajó de profesor de pintura en la Escuela Nacional de Arte. También ejerció como diplomático. Fuente: http://www.ecured.cu
- Categoría: Amor
- Lecturas: 65
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