Iba caminando por la playa, descalzo, sintiendo la caricia fresca y espumosa del agua salada.
En el horizonte, se recortaban las velas desplegadas de los navíos. Era una mañana hermosa, de cielo claro. La paz podía respirarse.
Se sentía libre, distendido, como cuando era un niño. Se agachó, para tomar una piedra, y la lanzó con fuerza hacia el mar.
Cuando uno de los barcos comenzó a hundirse, escuchó tras de sí las voces, desde el murallón:
— ¡Hércules! ¡Otra vez! ¡Debes ser más cuidadoso!
Comentarios1
Agradable leerte
saludos
Gracias. Intentaré publicar más textos.
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