(texto surrealista)
Se levantaban pesarosos lúgubres mantos de neblina sobre el río, los peces se expulsaban acalorados entre el reflujo de ardientes historias de amoríos, un silencio de aire contenido se proyectaba casi sin premura por las oscuras callejas de los esteros sobre un tímido extracto de agua que recula.
Sin embargo el sonido casi silente de las aguas, en remolinos danzantes y armoniosos, se escuchó sorprendente y descubrió una visión prodigiosa. Era una magnolia cuneiforme adornada por tímidos matices de endiosadas luciérnagas. Casi un busto turgente se levantaba de las aguas.
Aquella visión fermentada por las nostalgias elevaba de la faz de la tierra las pestilencias que adornaban con sugerentes mantos de locura las arrogantes perfidias de las chicharras.
Una luz se dejaba ver entre los enramados alerces. Furtivamente los rayos de luz se sumergían en el agua dejando en sus profundidades pequeñas gotas encendidas de coloridos fulgores que adornaban con guirnaldas las orillas del río neblinoso.
El lúgubre manto brumoso quedaba así expuesto entre los fulgores de aquellas claridades emergentes. La luna mientras tanto reflejaba su faz sobre la superficie del río y entre nubes solitarias que encaramaban el cielo negro, las estrellas dejaban perpetuar los senderos de la vía láctea. Todo era una visión seductora que embebía en el agua sus esplendores. Nacían sugerentes los colibríes que en lugar de descansar comenzaron a brincar al compás de aquellos resplandores. Un mundo vítreo casi imaginario comenzó a desplazarse por las grietas del fondo rocoso del agua y soportando intensas correntadas se deslizaba arrogantemente por las encrucijadas cuestas del estero. La luz acompañaba aquel maravilloso espectáculo tan colorido, y las pequeñas auroras boreales bajaban desde el cielo para contemplar la maravillosa visión deslumbrante. Los alerces sombríos danzaban también al compás de los vientos, meneando sus copas como en un floreo de serpientes alucinadas.
Los senderos se dibujaban rectilíneos sobre la ladera sur de aquel cerro y las luminarias acompañaban aquella marcha como si fueran duendes trepando el declive del terreno. Sólo la luz se elevaba casi omnisciente entre la empinada faz de los desniveles.
Todo era un manto de locura danzante, especialmente en mi memoria se mantenía aquella visión encantadora que en forma fascinante atrapaba mi imaginación como entre sueños.
Luego un sonido atronador despertó inquietudes y entre la niebla un haz de fuego fulgurante rompió el equilibrio amoroso que persistía. Los truenos y el agua comenzaron a desdibujar aquel juego sorprendente de irracionales figuras serpenteantes. Las luminarias se apagaron en la oscuridad de la noche y el río volvió a cerrarse en una apretada penumbra sofocante.
Mientras tanto yo tocaba mi lira como queriendo detener el sueño palpitante que se mantenía fresco en mi memoria.
CARLOS A. BADARACCO
21/5/12
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- Autor: CARLOS ALBERTO BADARACCO ( Offline)
- Publicado: 9 de junio de 2012 a las 00:58
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 25
- Usuarios favoritos de este poema: DAVID FERNANDEZ FIS, Maria Hodunok., Hugo Emilio Ocanto, Trovador de Sueños ...y realidades., ☼ G U E R R E R O ☼
Comentarios5
me ha sido lindo ver ese lindo vídeo y relato a la bella naturaleza saludos
Una maravilla de relato, dejaste correr tu imaginacion prodigiosa y la plasmaste en este escrito sensacional, me dejaste muda. TE FELICITO AMIGO. CARIÑITOS.
algo que deja volar la imaginacion y mis ojos se deleitan ante tus letras...
maravilloso carlos como todo lo que tu puma deja.
mi abrazo...sol
Siempre Carlos dejándonos mensajes de enseñanzas y sentir de un poeta que todo lo percibe y transmite Hermoso poema que te hace reflejar en el mar, las maravillas que habitan en él. Felicitaciones. Un abrazo.
Un torbellino lleno de excitante vida palpitando en cada letra.
Un gusto leerte.
...Y te dejo mis saludos
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