Me senté a la orilla de un rio a contar piedras.
Conté algunas largas, azules y tristes.
Otras redondas, rojas y calientes.
Aun algunas suaves como piel sedosa.
Tantas piedras traía el arroyo, acariciadas por el agua
abrazadas por la espuma, imposible mi
tarea de contarlas todas.
Mi corazón palpitaba y no podía dejarlas.
Era larga el agua y mi reflejo se movía bajo
una clara luna de verde primavera.
De entre a ratos comenzaba a sollozar,
aumentando en intensidad hasta que llorando
mis lágrimas bañaban las orillas del gastado rio.
Y entonces irrumpía en carcajadas,
haciendo resonar mis alrededores,
y luego miraba y sonreía.
Tan elocuentes y tristes eran las piedras
que traía el rio.
Mi tarea seguía y el tiempo pasaba.
Algunas ásperas piedras raspaban mis manos
hasta sangrar, tiñendo de rojo la superficie
del agua que se retorcía del dolor.
A veces no soportaba la agonía de contarlas
y deseaba no haber comenzado jamás.
Tan desesperantes eran esos momentos
que mi corazón apretaba y mi garganta se cerraba
mientras oscurecía sin esperanzas de amanecer.
Y solo así, después de una noche empapada en llanto,
despertaba abrazado a la orilla rociada en rojo
escarlata que ya se confundía con los primeros rayos
del sol.
El agua fresca lavaba el cansancio
de mis pesados ojos y podía ver mas allá.
- Autor: Djpeter02 ( Offline)
- Publicado: 10 de junio de 2012 a las 01:19
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 95
Comentarios1
Contundentes palabras.
Un gusto leerte.
...Y te dejo un saludo y mis respetos.
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