No intentes golpear el aguijón
ya que las cucarachas son estridentes.
Pienso en sus caras y siento aversión:
todos ellos, con sus caras de cerdos gratinados
y sus tarjetas de descrédito y los olfatos,
sus olfatos, postrados en los senos de esas niñitas
hechas a imagen y semejanza de sus crepitantes lujurias.
Pienso en el desayuno con cereales de oro
y en las tonalidades de los vómitos
y en el sur que está al norte de lo que fue mío.
Sé lo que sé porque ya lo he sabido antes que tú:
sé que el hado será una pirámide sin circunspecciones,
sé que pereceré con intentos vanos de muerte,
creo, medianamente muerto;
sé que ellos olerán mi féretro, sé que mi féretro
será una especie de tierno y fecundo excremento.
Pero, no lo intentes, no, te lo ruego.
No intentes golpear el aguijón,
ya que las cucarachas se forjaron
a fuego parsimonioso
en el desconsolado infierno.
- Autor: Alexander Vórtice (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 25 de junio de 2012 a las 20:33
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 115
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