Nunca se sabe en la vida;
como esculpirán sus olas
cuando humedeciendo tracen.
En que han de transformarse las arenas
o donde quedarán las duras rocas;
al suave acariciar la blanda espuma,
que blanquísima bravea,
ilusionando las playas,
domesticando las costas.
Quizá el agua logre hacer;
que agujas se vuelvan romas,
que el tiempo eche para atrás,
sin desgastar cuando asoma,
y los amores descalzos
pronto lleguen a calzarse,
eximidos de usar,
la suerte del calzador,
o esperar pacientemente
situados en la dura horma.
En todo fin hay principio,
vasta intriga se sucede
por la extensión que adorna,
el variopinto lenguaje
de la existencia que borda,
soplando imaginación.
Y las cósmicas alianzas
-verdad ausente de broma-
con sus probetas enlazan;
polvo de estrella en personas.
*** *** ***
(I)
Yaciendo aquí moribundo
me acomodo a los recuerdos;
y es así de nuevo veo
correrías por mi hechas
de cuando yo era mancebo.
Más bien tarde que temprano,
es cierto que al punto estoy,
de acomodar ya mi cuerpo,
en tierra o en panteón.
Donde asoma la ribera,
tan fría que causa helor,
en aquel lugar sombrío,
en que sola, soledad
acompaña; como brújula,
mientras la muerte es timón.
Con seguridad me espera
el polvo de otras cigüeñas,
la gracia de circunstancias,
que siendo ignotas, despiertan.
(II)
A mi pesar
tu habilidad, bien supo frenar,
la curiosidad en ti posada.
Así negándome
la breva casta;
que me arrimase
a tu manjar.
¡Lo sepas ya!
la acción no dañó mi vanidad,
pues tu delicadeza es preciada,
y para nada cabe reproche.
Supiste perfecta contener,
el pudor con tu giro de cara;
cuando buscándote suplicaba.
Para no ver la justa medida,
cuanto de grandes eran mis ganas.
Quise que le dieras cita;
a mis deseos de hombre
a caballerosa corte,
cual llena de picardía;
rogándote apasionada
con agrado, te buscaba.
(III)
Hallé mi vida;
con dolor grande,
cuando como hombre,
tanto queriendo yo deseaba,
pues bien, mi persona ahora sabe,
que ese deseo siempre,
va un paso, de nosotros, adelante.
Que el fruto del árbol no cae,
por más que lo vieses o lo llames.
¡Ay! vida mía;
y es que acaso conoces dolor
que disponga de rostro clemente.
que calce timidez vehemente.
Puede llegar a existir acaso
la sensibilidad indolente,
o un continuo para el amor
cual nunca decaiga pereciendo
desgarrándonos junto a la angustia.
¡Ay! y ¡ay! mujer;
espero jamás más tomar, beber,
de los amores la decadencia.
Esa que estrecha ahogando mi alma,
que arrastrándose como un gusano;
corroe la carne y lindas pieles,
y sorbe el tuétano de los huesos.
Hay acaso mayor evidencia
que la que nos otorga el amor,
para darnos cuenta que en la vida
todo sufre de metamorfosis,
nada escapa a la transformación.
Él se muda, cambiando de ropa,
y aquello que era tanto bien hermoso,
sereno y apacible: frondoso,
tornándose abismo: es frustración,
y de la calma y paz de océanos,
aparecen las garras de monstruos.
(IV)
Siempre sustenta la vida;
quereres y desamores,
como maestra de escuela,
nos da lo que corresponde,
para que así aprendamos,
a escoger con sus lecciones.
318-omu G.S. (Bcn-2012)
- Autor: omu (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 4 de julio de 2012 a las 16:18
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 149
- Usuarios favoritos de este poema: Trovador de Sueños ...y realidades.
Comentarios1
Un abrazo.
Hoy muy triste por la pérdida de un ángel amigo, en mi vida.
Siento, amigo, lo que me comunicas. Te hago costado.
Un fuerte abrazo.
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