El Incomprendido

Imponente, fiero, tierno,

ser majestuoso hecho con barro y fuego,

traído desde la profundidad del padre sol,

caudillo del rocío matutino bajo el verde negro.

Anciano espíritu nómade de las Américas,

no te acecha la vergüenza que carcome las vidas nuevas,

aquellas que pretenden tu sabiduría en sus cabezas estrechas.

No saben del llanto de la montaña, no saben de la tierra fresca.

Conocen nada sobre todo y de ello se vanaglorian,

hijos de un dios foráneo que nunca conoció tu sierra,

cargaron acá sus ambiciosos barcos con la sangre robada

llamando indio a quien al arribo le dijo bienvenido,

desnudaron los bosques y esclavizaron a sus hijos.

Resentido, ellos dicen porque no es tu suelo el de los romanos,

bondadosos y misericordiosos ahora juegan con sus pies a los derechos humanos,

no entienden que tu norma se basa en lo que la naturaleza te aporta,

cada día cuando las olas de antiguos inviernos se posan

sobre la arena oxidada de tus costas,

arrastrando con ellas las nubes de los océanos distantes,

guardianes de otros incomprendidos, merodeantes, vigilantes.

Ignorantes porque no callan, no encuentran en tus suaves valles la sencilla belleza de

saberse en silencio,

no aprecian el arte del amanecer trinado rural,

del acantilado vertiginoso y sus montes sin igual.

Así, bien fácil para ellos es hablar,

sin el más mínimo conocimiento de lo que por milenios has debido soportar.

Sé que te sientes herido continente mío, pero es tiempo de que camines erguido,

basta de hacer oídos sordos a las súplicas de tus hijos que aún viven presos, cautivos.

Aquellos que jamás escucharon tu canción tarde o temprano habrán de arrepentirse,

sabrán que el suelo vivo que difamaron por siglos era de otros digno,

yo prefiero quedarme si me lo permites,

yo quisiera ver cuando tus brazos salgan de su paciente escondite.