Me volví penumbra que presagia el acoso de su sombra; eslabón transparente que sujeta gacela agonizante mudo testigo de ojos muertos, risa perdida; en el espejo me escondo para no ser vista. Mar amargo que eleva y luego hunde frágil como la fronda naciente del helecho donde los huesos, viajeros nobles se rompen. Mirada ciega para no mirar esa tez incolora, blancura que aún respira; ilusiones que laten por vivir y la sabiduría honda que no puede descifrar el misterio de tu existencia. Dejé de llorar en la risa; de reír en el llanto que nada cura, crucé la frontera del delirio; morada que alberga el recuerdo de los días dorados por el sol. Abrigué la noche dentro de mi; creciente, ardorosa levanté murallas de vacío para no pensarte, para no sentir. Pero sigues aquí, enroscada a los fragmentos vivientes, tesoros que sostienen la esperanza de llegar al final de la historia y volver a reírme. El tiempo será el aliado perfecto de la silente obstinación para empujar con fuerza la barca, liberarme del espejo. En la mañana, al derogar las estrellas inventaré nuevos cielos de cuatro dimensiones; volveré a reírme. Entonces, solo entonces serás un manantial incandescente que se apagó, rescoldo del oleaje que intentó ahogarme las ganas y en las luchas perdidas pudo raptar las palpitaciones de fuego que mueven para ganar las batallas.
- Autor: Maestra Irma (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de agosto de 2012 a las 17:26
- Categoría: Amistad
- Lecturas: 28
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