Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡más tú no dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas,
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz
- Autor: ALEXIS EL ÚNICO (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 6 de septiembre de 2012 a las 00:43
- Categoría: Amor
- Lecturas: 24
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, DAVID FERNANDEZ FIS
Comentarios1
Un hermoso poema con ritmo y garra poetica.
Un placer amigo Flavio Alexander
Saludos
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