En 1988 éramos unos niños, que creían padecer todos los dolores del amor. Pensábamos que la infelicidad sería nuestro sino y queríamos atrapar toda la sensualidad que se escapaba por nuestros poros en un beso.-
Ágatha era mi mejor amiga de aquel año. Con ella aprendí a ser independiente, las jornadas en su casa antes de ir a clases eran verdadera escuela de supervivencia: hamburguesas de soja, jugos de soja y pan de dieta era todo nuestro menú los días de estudio. Recuerdo que ella los preparaba en un minuto y deleitaba mi paladar con aquellas exquisiteces macrobióticas…
Ese mismo año ingresé a la Universidad y fui parte de una colectividad religiosa que elevó mi ego a la enésima potencia y luego, con mi salida del país, dio sepultura a mi recuerdo, obligándome a olvidarme de mi vida, como si fuera un dulce sueño, del que desperté en otra cama, en otra tierra.
Con la Universidad llegó Rafael y su locura por Ágatha, que en su postura de fiel mujercita, elevaba el grito de la sensualidad desatada. Cantábamos juntas, yo porque amaba expresarme con mi voz, ella, nunca supe sus razones… yo tenía la fuerza, ella la altura… yo hacía temblar los cimientos, ella los cristales y Rafa… en el medio, le susurraba al oído una nueva canción y ella explotaba de éxtasis… y yo guardaba en mi corazón lo que veía, porque una amiga calla lo que la otra grita, única manera de dar forma al complemento.-
Rafael cual picaflor oriental (si los hay), desorganizaba los tiempos y elevaba la temperatura de Ágatha, que no se animaba a hacer público lo que sentía… por temor a perder el status difícilmente ganado.
Había una autoridad suprema que nos invitaba a cuidar nuestra moral y las buenas costumbres publicas… pero no pudimos cuidarlas en privado. Ese año decidí dejar de ser virgen y convertirme en niña non sancta. Nené fue la criatura virginal que visitó mi primer himeneo… una experiencia plena de amor y de miedos, llena de ruidos en aquella casa vieja, de habitaciones vacías durante las vacaciones… en una cama grandísima para nuestra pequeña desnudez… una habitación de techos altos, fría y húmeda en el calor insoportable del mediodía. Pocos besos, casi sin abrazos, una recorrida rápida, el puñal que corta y rasga y rompe y hiere y mata con patéticos estertores para finalmente vestir nuestra vergüenza con un inmenso dolor porque el gozo de lo prohibido había manchado nuestra inmaculada presencia ante el supremo verdugo… y mientras yo sentía la angustia de haber cedido ante la sensualidad floreciente de mi adolescencia, Ágatha se pavoneaba como hembra plena y satisfecha, incapaz de ocultar su sexualidad incipiente y activa, arrebatando con su bamboleo a mi querido amigo, al que veía desfallecer ante ella y sus desplantes, que le aseguraban su interés y lo ataban a sus caderas como Doña Bárbara ató a Lorenzo Barquero, despreciándolo y a la vez buscando su presencia.-
Ágatha y Fabrizio eran novios desde que estábamos en el liceo, amantes desde esa época, encerrados en el dormitorio lleno de peluches buscaban nuevas formas de amarse, de herirse, de extrañarse sin amor.- Fabrizio en su lucha por obtenerla buscaba poseer el alma de Ágatha como un trofeo, Ágatha en su necesidad de castigar la ausencia de su padre-madre, aceptaba descaradamente el cosquilleo vertiginoso de su vientre… cuántas veces, como ella quise callar mi conciencia y vivir plenamente mi sexualidad en aquellos años… pero la presencia autoritaria de mi maestro me impedía disfrutar de mi dulce amado y toda la sensualidad que le guardaba se escapaba por mi garganta y se convertía en colores al estallar en el aire sacro de la Iglesia.- Fueron años hermosísimos en profunda búsqueda de mi identidad, de tal suerte que yo aún sigo buscándome.-
Con los años descubrí que Nene no me profesaba amor y bastó una ausencia para una Gorgona desesperada, quedándome en el alma la sensación que fue en vano mi vergüenza y mi dolor inmaculado ante una madurez escondida en un hueco profundo y húmedo, olvidado del sol.- Y descubrí además, con rabia, que el tiempo que perdí me jugó en contra con Anibal y lo perdí como ayer, como hoy, como siempre, en espera del encuentro.- El cruce en la Plaza oscura, sentados al pie del prócer, sintiendo el susurro del mar y ese olor a salitre que aun llega hasta mí, enardeciendo mis sentidos.. sus manos debajo de mi blusa recorriendo mi espalda, las mías escapando hacia su cuerpo, rozando con las puntas de mis dedos su pecho hermoso, su espalda espectacular en busca de sus más secretos placeres... el olor de su cabello, el perfume de su piel, el sabor de su boca dejó en mi alma la sensación de no haber tomado la decisión correcta al no aceptar su propuesta decente y vivir en total desfachatez e indecencia una pasión que aun no madura...
Rafael, gorrión en la tormenta, agitaba sus alas ante una muralla y cuando consiguió traspasarla el cruel arquero le atravesó el corazón, sirviéndolo en bandeja de plata, para que la infame Dido lo destrozara entre sus dientes y lo arrojara al fuego.-
Con el paso del tiempo yo debía abandonar el país envolviendo mi alma en el ombligo y jamás regresé. Ágatha emigró a un lejano planeta en donde la superficialidad de la vida obliga a los recuerdos esconderse en un apretado rincón, con las migajas de un amor que no basta para hacer hijos bellos. Anibal mantiene un dulce contacto conmigo, tocando mi alma cada vez que lo desea, porque yo se lo permito y lo disfruto a la distancia. Rafa emigró hacia la felicidad y desde allí, de vez en cuando me escribe y Nene tiene lo que se merece, como lo merece, sin marcha atrás, en el absoluto silencio del miedo y la vergüenza.- Y yo me he convertido en la mítica Némesis... esperando en absoluto y total silencio el momento en que debo regresar...
- Autor: Mimo Cancel Vazquez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de octubre de 2009 a las 01:25
- Comentario del autor sobre el poema: Un grito de rebeldia...
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 46
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