Una mujer frente al espejo
no es solo el reflejo de su imagen,
es la partida de una embarcación hacia el horizonte límpido,
un norte y un sur,
un este y un oeste…
Atraviesa los márgenes de un río danzante entre olas silvestres,
Sí, ese movimiento que se encuentra en plena búsqueda de dos soles
iluminando una mesa de manteles bronceados
por la sinfonía de pájaros cuando amanece…
Es un andamiaje fértil
sembrando estrellas por doquier
en el mismísimo eje de una paleta envuelta en negros,
para conformar un nuevo estilo de lenguaje:
cuyos verbos entrelaza un hombre no vidente
como hilos de mimbre,
con manos agrietadas por recuerdos de dolor
esbozando sin embargo un paisaje repleto de vida y esperanza.
Porque no toda herida es irreversible,
ni todo lamento cincela el ataúd de una caricia.
Allí, allí justo donde no lo imaginas se encuentra el ritmo
del alborozo que creías perdido,
la buena nueva en la esquina de un travieso farol
acampando en la estrofa del tango “Balada para un loco”…
Sandra Taragán-Vicairot
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