Persigue mi perfume.
Silencia tu lengua.
Tómame como soy.
Qué hombre antes de ti sondeó mis laberintos.
Sé el néctar que irriga mis raíces.
Poda lo sobrante de mis ramas: me abriré,
flor eterna, en tus palmas.
fluiré cuando el árbol de tu tristeza florezca
como un grano de fragancia en tu tinta,
memoriza mi nombre,
mantenlo secreto:
el poeta que revela el nombre de su amada
anuncia la muerte del poema.
No te fíes de la miel que fluye de mis labios:
dolor para tus heridas son sus gotas.
te amé, eres el hijo de la abundancia de mi deseo.
Escóndeme como contraseña en tus líneas,
¡Ten cuidado!
Si dejas escapar de las manos mi fragilidad,
seré tu eterno sufrimiento.
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