En una noche, tal cual la de ahora...

Hector Adolfo Campa

En una noche, tal cual la de ahora,

Se encontraba un ruiseñor bajo unos dulces brazos,

¡Oh que dulce destino! Decía nuestro plumífero amigo,

Soñaba entre la tersa seda de esas finas ramas.

 

Bebiendo de un rio rosado, dulce como de labios,

Bebiendo se encontraba nuestro emplumado, que hermosa escena, que dulce destino,

¡Oh que elixir tan deleitable! Pensaba mientras bebía otro tanto,

 con su pico inocente tomaba de ese rio, vida, vida y nada más.

Y de los ojos galácticos que poseía su ave amada, con labios de agua rosada,

De ellos la vida completa robaba, con canticos al oído, con los ojos de su amada.

 

En una noche, tal cual la de ahora,

Se encontraba un ruiseñor viendo a su golondrina,

Y como esta lo miraba, mientras adiós le decía, mientras con amor lo dejaba,

¡Oh que dulce dolor, Oh hasta hermoso es perderla! Cantaba en las noches el ruiseñor,

Y lo encontrabas cubierto por la noche hasta un punto cruel,

Un punto gris y con sensación a hiel,

¡Oh dulce braza del infierno que recorre mi cuerpo! Decía mientras su canto afligido elevaba,

 

En una noche, tal cual la de ahora,

Un ruiseñor miles de estrellas fumaba, noche tras noche, desde hace ya tanto,

Cantándole a una puta blanca que desde el cielo le miraba, y el le cantaba,

¡Oh dulcinea del solitario, ¿Cuánto he amado?!  Respuesta sorda,

Respuesta de rayo luminario, respuesta de frio nocturno y sudario.

 

Tomaba ríos de otros colores, rojos y rosados, a veces, a veces de dos en una sabana de cántaro,

Tomaba el plumaje y se lo quitaba a otras aves, pluma por pluma desnudándolas,

Y con ríos de alcohol luminoso y fermentado les bebía del rio y todo el caudal,

¡Oh que dulce destino, antes amar y ahora solo bañarme en despojos de ríos!

Y el ave no dejaba de cantar, de fumarse y beberse el mundo, de tragarse a gritos el dolor pútrido.

 

En una noche, tal cual la de ahora,

Un ruiseñor se sentaba solo en su alcoba, y tomaba una de sus plumas,

Tomando las lágrimas negras de su alma y embardunando la punta con ella, empapando de su negrura esteparia, bañando de su melancolía de tinta,

¡oh que delirios eh vivido, ¿Cuánto mas he de amar?! Decía empuñando su arma mortal y clavándola en el alma y cuerpo de un muerto árbol, clavándola sin piedad,

Dibujando con su alma marchita versos de gritos y cantos, gritos que desgarran el tímpano, cantos que liberan los torrentes en parpados.

 

Un ruiseñor cantaba en tristes intervalos,

Con arma y sangre su alma desbordase, con espada bañada en sentimiento color de nada,

¡oh dulce alma mía, que tanto has de amar, viértete en estas hojas, hazlo y déjame ya!

Decía el plumífero y triste cantor, decía deseando algún día en un verso su alma terminase.

 

En una noche, tal cual la de ahora,

Un ruiseñor mataba su alma a versos y comillas, entre prosas y palabras enredosas,

¡oh dulce alma negra e infinita, ¿Qué tanto has de amar?! El ave le mandaba a preguntar con la noche al día, con la puta de luna al tiritar estelar de su escote cósmico.

Y mientras se fumaba el humo de su cáncer vacio, y bebía el elixir mortuorio de un whiskey de arcángel,

El ave se miro al espejo, bebiendo y fumando, lagrimas derramando,

Y ya no era un ruiseñor cantante. El que miraba un gris rostro en el espejo era un hombre,

El pobre hombre que termina su alma en estas tristes líneas,

En estos vanos versos.

  • Autor: Héctor Adolfo Campa (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de octubre de 2012 a las 22:32
  • Categoría: Triste
  • Lecturas: 71
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