Partes de un mismo mundo (semicírculos)

omu



 

Allá donde reposa la colina,

ya traspasada la empinada cuesta,

donde el viento corona las cruces y a la tierra.

Bastante más allá

de lejanías inventadas para trotar,

y de imposibles ocasos por alcanzar,

Lázaro se impregna:

 

 

de distintas, de novedosas auroras,

complacido las escucha silbar y rememora,

las admira como a parte divina.

Las contempla adheridas a cuerpos difuntos,

que ya dejaron de usar la ribera terrenal.

 

 

 

Entre melancólicos cipreses,

cuales son llamas protectoras,

la guía de azules,

la brújula que indica,

Lázaro pasea congratulado,

acariciado por blancos y rojos dedos alzados

de racimos nacientes en florecidas madreselvas.

 

 

Lázaro se impregna del atardecer

mientras rebuscando olores pasea.

 

 

Él sabía que tarde o temprano

resonarían voces.

Desde una de las partes,

—la sigilosa y quieta

la intrépida y sumergida en el sonambulismo—

llamándole; reclamarían su vuelta, la visita.

Porque de cierto su marcha

nunca les sonó a eterna despedida.

 

 

«La ultratumba lo añora,

por ello pide su retorno,

para que se aquieten los miedos

y así alentar la suerte viva.»

 

 

Pasea oliendo a la vida,

a esa vida que prosigue,

pero descrita, ya enhebrada

como un hilo a la muerte.

 

 

Apretadas toneladas de tierra,

tierra abonada por muerte,

muerte que sin dudarlo repara

en donar nuevamente vida.

Muerte, para nada ambiciosa,

celosa o posesiva.

 

 

Y adosadas a criptas: losas pesadas,

donde inscritos nombres recalcan,

—junto al vencimiento de fechas—

el linaje y la estirpe que ya no importan.

La hora marchita y su descendencia.

La edad del primoroso primer bocado.

La efímera, la borrosa durabilidad

de las flores, de los tonos y timbres

de las imágenes soñadas y de las fotos.

La periódica antigüedad de tantas citas.

Fechas y nombres que evidencian,

que remarcan con claridad el «no retorno».

 

 

 

De muchos que estuvieron interpretando,

sobre este escenario,

que acudieron por azar o buenaventura

adecuándose a la parte corpórea del tránsito,

al eslabón evolutivo humano,

con el que, Lázaro, hoy por aquí,

de visita por estos aledaños, camina.

 

 

Mientras Lázaro ronda el cementerio

su voz pregunta por males de espíritu,

pregunta qué sucedió,

para que los males de amores

o la fatalidad de una intuición,

revirtieran en males de cuerpo.

 

 

Como médico observa

a esa muerte injusta;

la que al joven ya muerto,

todavía años le adeuda.

 

 

Y también remueve

a la aparecida con su billete,

la precisa que acertó

con exactitud el momento.

Correspondiendo a las señales;

a la artritis roedora de motricidades,

cuando la memoria senil resalta sus brotes,

y la piel sin vitaminas

y el respiro falto de energía,

son irremediables imperativos,

que huraños, prestos esconden,

encontrados tesoros en cofres.

 

 

Lejos quedan;

las escaleras por subir o los pulsos a la vida.

 

Distantes quedan,

los sinónimos espacios,

aquí mismo ubicados.

 

 

Convocados:

por una ley hecha de polvo y tierra.

De insectos, mariposas y gusanos,

De tierra que ampara la comprensión

dividiendo un mismo mundo,

¡pulmón más pulmón!

 

 

Ahora; tanto la colina como las cruces,

la hierba, las criptas, el cielo,

los estorninos y los grillos,

las fechas fraccionadas en meses i días

y los nombres recurrentes, acaecidos,

generación tras generación,

le piden insistentemente a Lázaro...

que aúne entendiendo los episodios.

Que cosa con empeño y habilidad,

y si hiciera falta, rejunte, diestro zurza,

de la vida, sus partes separadas.

 

 

Lázaro ojea los huesos desenterrados

y ve la carne todavía correteando,

por las travesuras y los juegos de antaño

en las plazas y en el patio del colegio.

Ve los labios enriquecidos,

con el infinito que transporta un beso profundo,

Oye proclamar a los cuatro vientos,

¡a gritos!, un te quiero bendecido,

y ve, a éste, hundirse sin demora,

humilde, benévolo, y sin atender a condecoraciones,

en muchos seres que creyeron serían,

que esperaron ser amados.

 

 

«La ultratumba echa en falta sus debates,

por ello pide la visita, su vuelta dialogante.

“El destierro de carne cabe que no signifique;

deambular sin motivos,

desistir de impulsar valores con empeño,

abandonar ganas y empaque”»

 

 

 

Se fueron de viaje a otros lares.

Ellos se ciñen a la dicha, apartados,

incluso de la temible ira

y del conyugal, fraterno o amigable amor.

De los tercos arrebatos o disposiciones

y la inquebrantable y filosófica paciencia.

De la bondadosa ayuda desinteresada

y de una poderosa rabia hecha con rencor.

De los afectuosos saludos y efusivos abrazos,

de la mayúscula salud que da la paz

y los atroces chillidos de la guerra.

Ellos promueven un mañana,

mucho más allá de la condición.

 

 

«Tan cerca ahora están,

de las viñas mentadas en La Biblia como del señor.

Tan cerca como tocando:

el lustroso arte de vivir exentos de cuerpo.»

 

 

Beben del cosmos:

Rechazando deseos,

desentendidos de promesas

y de patéticos arreglos.

De ese utópico rejuvenecimiento,

que devolviera los cinco sentidos,

los músculos, tendones y arterias,

la fuerza de unos brazos,

y un correr gravitatorio hecho con piernas.

 

 

Bien conoce, Lázaro, el linde.

Es por ello que le place auscultar,

—con dedicación— el pulso del otro lado;

la cara atrapada, por el anonimato,

de nuestra propia luna.

 

 

La vigencia de un después perspicaz,

donde cabe se pierdan los complejos.

Donde se puede jugar a la ruleta rusa

al suicidio o a ser matado...

exiliado de yacer o más morir.

 

 

 

Él fue quien antes marchó,

—como en toda expedición, el rastreador—

para conocer los diversos caminos

y las posibles suertes.

 

 

Para conseguir garabatear ambas puertas,

igualmente una: la diamantina y transparente,

la del ventanal simple, como único ojo;

y la indisciplinada y con múltiples aberturas, la otra:

plagada de tentadoras mirillas, de oculares trampas,

y subterráneos accesos angostos envueltos,

de calabozos y complicados pasadizos.

 

 

Lázaro, —todavía hoy—

aprende a decidir y hacer.

Es por ello que,

indaga por todos los rincones;

va y viene.

 

 

318-omu G.S. (Bcn-2012)

  • Autor: omu (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 1 de noviembre de 2012 a las 09:25
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 50
  • Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
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Comentarios +

Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    Geniales y hermosos versos amigo Omu
    Un placer leerte
    Saludos y amistad

    • omu

      De todo corazón; mil gracias, amigo.
      Un fuerte abrazo recibas.



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