-Brevedad- Poesia

Junior Rafael Velazquez Leon


Poesía


(Conferencia dada en un sueño)

 

  En el extraño sueño, de colores caídos y sombras revueltas; emergió de las tinieblas la figura promisoria de un feo, horrible, decrepito y triste anciano, que apoyado en su bastón arrastraba sus polvorientos pies por un camino hecho y deshecho con cada uno de sus pasos; esa espantosa efigie de las ruinas de lo que posiblemente un día fue lo que soy,  sopeso su incomoda mirada en la mía, y fue hay en ese perturbador cruce de visiones que supe de algún modo y sin que nadie me lo dijese, el terrible hecho de que ese viejo era yo.

 

  El viejo que yo era, tanteo la niebla pantanosa del paisaje hasta lograr sentarse al aire y descansar sus brazos sobre una mesa invisible. Mi versión añil sostuvo al escenario en un minuto interminable de silencio, hasta que el mismo decidió irrumpirlo con una voz cálida, con palabras vacilantes y pequeña tartamudez.

 

  Pobremente creo que si nos sentásemos a hablar de poesía quizás no llegaríamos a nada, pero a la vez pienso que tal vez... y solo tal vez, saldrían de algunas pocas bocas unas que otras cosas interesantes que nos aproximasen aunque sea un poquito de eso que es la poesía; para mí lo más seguro es que me halle lejos de esos pocos y revuelto entre esos muchos que no tienen nada importante que decir, pero aun así y sin importarme si este entre pocos o entre muchos, voy a hablar brevemente de la poesía, aunque esto podría significar estar perdiendo mi tiempo, por lo cual estoy en el deber de pedirle excusas a esa chica, esa hermosa mujer que desconozco o no estoy consciente de conocerla, pero tengo la certeza o la conveniente esperanza de que sin importar que hayan pasado tantos años ella este por ahí no sé si oculta pero a la espera de un encuentro o un reconocimiento, y yo ya viejo aún estoy por aquí sin salir a buscarla encerrado en mis pensamientos, soñando y esta vez despierto que me hallo delante de nublados rostros hablando sobre ese tema que se llama poesía; pero también tengo el deber de disculparme con esos cuentos y esos poemas que me vienen persiguiendo y nuevamente vuelvo a postergar, para hablar de vaguedades.

 

  Uno de esos cuentos que no existen o si existen no lo hacen más allá de las murallas de mi mundo invisible, es ese cuento que soñé hace no sé cuántas noches atrás y que no escribí porque al día siguiente descubrí que ese cuento soñado no era mío si no  una adaptación que había hecho mi subconsciente sobre un poema que había leído hace ya un par de años, pero que importa esto…  quizás nada de lo que yo haya escrito me pertenezca o también es probable que ese poema escrito por ese famoso hombre sea mío, solo que él se me adelanto y lo escribió antes que yo lo hiciera; así que con el permiso del difunto voy a echar mi cuento, primero porque creo que va con ese tema del cual estoy tratando de hablar y que apropósito le ando dando vueltas; y segundo y más importante aún es porque contarlo es algo que se me antoja.


  “Una vez había llegado a un pueblo muy pero muy lejano un hombre que ejercía un místico y raro oficio muy distinto a los demás hombres del pueblo, este hombre llamaba a su quehacer poesía y se llamaba así mismo poeta, su llamada poesía lo hizo gozar de una fama excepcional entre las mujeres del pueblo quienes se dirigían con frecuencia durante las tardes a la plaza del pueblo solo para escuchar las palabras de este hombre. Las mujeres que se reunían entorno a la plaza fueron contando durante reuniones y festines sobre este misterioso hombre a sus primas, amigas y tías que vivían en otras lejanías.


  La fama de este hombre se fue acrecentando poco a poco, hasta que el rumor de este autonombrado poeta llego a la capital del reino donde sí se conocía la poesía y no tardó en llegar la noticia a los oídos del rey quien era un académico entre académicos.


  El rey conocido por ser amante de las letras fue al pueblo para ver a ese extraño hombre y a escuchar su llamada poesía; cuando el rey llego al pueblo todos los hombres, mujeres, ancianos y niños acudieron a la plaza y al llegar el último hombre a la plaza del pueblo, se escuchó al rey diciéndole al hombre:


-He venido a escuchar su poesía.


  Entonces el hombre que se llamó entre la gente poeta se sintió muy alagado y declamo lo que él llamaba sus mejores versos,  cuando el hombre dijo su ultimo verso no tardaron en escucharse los aplausos de la muchedumbre.  El rey en respuesta de los aplausos le pidió a uno de sus súbditos que le trajese ese grande y pesado objeto en cuya coraza tenia inscritas las palabras “La Real Academia”


  -Usted no es un poeta y lo que hace es cualquier cosa menos poesía- Alego el rey luego de destripar cada verso con la ayuda de ese grande y pesado objeto que sostenía entre sus manos y declamar lo que el extramente llamaba verdadera poesía.


  La gente aplaudió y acepto los versos del rey, mas sin embargo en sus corazones no gustaron tanto como los de ese hombre que se fue arrastrando sus sandalias y más nunca se supo de él.”

 

   El cuento que soñé y este que ahora he escrito distan mucho entre sí, albergan más diferencias que similitudes, pero estas diferencias son solo diferencias narrativas y diferencias estéticas, en esencia son lo mismo pero parecen lejanamente distanciados; este hecho no es una singularidad de la prosa, sino que lo hallamos con más vigor y más fuerza en la poesía; es decir el poema soñado o primeramente imaginado, nunca es el mismo a ese poema transcrito que trata (a veces en vano) de aproximarse a ese dagazo que duro menos de un minuto.

 

  Pero ¿Qué ese dagazo?, ese dagazo que también podemos llamarlo momento poético, es un no sé qué, que me atrevo a describir como el instante infinito en que se tiene la buena dicha de toparse con la belleza evasiva pero siempre presente de la vida; esta belleza evasiva que dura un instante eterno y luego se nos escapa, no solo es escurridiza sino que también es una belleza oculta, que se esconde en el paisaje de las cosas, y cuando se asoma a nuestro encuentro es a veces en forma de una simple consecuencia de esas hermosas cosas que evoco Bécquer en una de sus rimas:


  “Unos ojos que se reflejan en los ojos que miran, unas velas que palpitan encendidas, unas nubes desgarradas, un perfume que se arrastra por el aire, una batalla entre el corazón y la cabeza, unos labios que le responden suspirando a los labios que le suspiran, una esperanza, un recuerdo, un cálculo que se resiste, un misterio para el hombre, o una simple mujer bonita”.

 

  No creo que haya salido mala la adaptación pero de ser así espero que Gustavo sepa perdonarme. Ahora ese momento poético que se deviene por tantas cosas, tenemos que es un momento hermoso, sublime y raro, pero vulgarmente raro, ya que nos sucede a todos, porque todo hombre y mujer puede maravillarse ante el paisaje, sublevarse a una pasión,  entregarse a unos labios, cuestionar la razón y batallar en su interior, es decir la poesía nos asalta a todos,  pero entre toda esa gente que siente (a veces sin saber) esa cosa que se llama poesía, resaltan esos que se empeñan unas veces por necesidad y otras por terquedad (y si me preguntan, yo lo hago por lo segundo) de enmarcar ese instante en un escrito; sobre esa escritura hablare en lo personal, no sé qué le sucederá a los demás pero me imagino que debe ser algo parecido; el acto de escribir tanto prosa como poesía es usualmente un acto de fe, uno no sabe qué va a escribir en ese papel, solo se sabe que se va a escribir un poema que suplica ser escrito, que ya se está cocinando pero no se sabe que es lo que se está cocinando, y tallar esa cosa que se desconoce o se conoce pobremente en un papel, que luego se descubre como una fiereza de papel, al cual hay que machucarlo hasta que surja ese segundo momento poético.

 

  Ese otro místico momento acude no siempre pero si únicamente cuando se escribe, y que es el murmullo de esa otra cosa que casi no se oye y la gente llama musa, ese murmullo de palabras nos lleva a la conclusión de un poema distinto al poema primario (ese soñado), lo que levanta la sospecha y hace caer en no sé si la confusión o la precisión de decir como muchos ya lo han dicho que la poesía no obedece al poeta, si no que el poeta es un instrumento de la poesía, cosa la cual no sé si sea cierta, pero imaginemos que es cierto, que ya todas las novelas, los cuentos y los poemas han sido escritos originalmente por un alguien que no se sabe quién es,  y que ese alguien dejo toda la literatura habida y por haber naufragando en una mente compartida e infinita, entonces tendríamos que el único deber del poeta sería estar atento y escuchar la voz de ese poema que lo está llamando y de ese alguien que lo susurra. Eso explicaría esos tantos poemas que he leído y que sin haber escrito dan esa sensación de ser hechos por mí, aunque obviamente yo no pueda escribir tan buenos versos, también está el otro caso, que ocurre cuando nos damos cuenta que esos versos que un día escribimos, ya alguien más los vuelve a escribir un año después o ya lo escribió otro alguien miles de años antes que nosotros lo hiciésemos pero con otras palabras, cosa también que ya Platón o Sócrates (no sé cuál de los dos viejos fue) pensó antes que yo, él pensó que descubrir era recordar, este pensamiento no sé si platónico o socrático  se podría traducir a que escribir realmente es reescribir.

 

  Lo dicho anteriormente suena fantasioso… y lo es, pero a quien importa, no me interesa tener la razón, existen muchas cosas que ignoro y las pocas cosas que conozco las conozco bien poco, hecho que habrán notado al escucharme divagando,  sin ser muy claro, sin ser muy contundente con este tema tan vasto, tan lleno de gracia, tan bello, y tan místico que es la poesía; y es debido a mi vaguedad, a mi apropósita inclaridez e incontundencia, que incito a la duda de todo lo expresado por mí, que no se me tome tan enserio, que se vea mi opinión como “una revuelta entre muchas”, que no es tan solo mía, sino que en mayor o en menor medida de la gente que he leído y de alguna manera u otra han influenciado en las no sé si torpezas que he escrito, como ese señor a quien admiro y respeto mucho, que me hubiera gustado conocer y que no diré su nombre pero se apellida Borges, el cual ha dejado en el haber de mi mente un concepto muy cercano a esa palabra que está en el título de este escrito; no recuerdo literalmente las palabras con que lo dijo Borges pero las parafraseo así:


  “Un poema no es nada, son solo signos o palabras muertas escritas en un papel que se hacen poesía cuando alguien las lee”

 

  Eso es todo y muchas gracias…

 

Junior Rafael Velázquez León - Lunes, 05 de noviembre de 2012

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Comentarios +

Comentarios2

  • Cuervo4141

    interesante relato tan ilustrativo de un concepto tan descriptivo de poesia grato leerle saludos

    • Junior Rafael Velazquez Leon

      Gracias tio, pense que solo una persona se habia tomado la molestia de leerlo completo.

    • El Hombre de la Rosa

      Un fenomenal tratado de poesía estimado amigo Junior es genial tu bello escrito en prosa lietararia.
      Saludos y amistad



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